domingo, 3 de enero de 2010

Rio 2010

Dormi mal. Diez horas de suenho no eran suficiente para recuperarme de la juerga del dia anterior -que no habia durado menos de unas veinte horas,- Rio de Janeiro aun cubierto por esas nubes de mierda que me persiguen desde que llegue a este pais. Aqui tambien tienen problemas serios de desasolve de canherias. Ultimo dia del anho y la unica alternativa que hay para cruzar la calle es meter el pie al agua negra esa. Gracias a Dios la idea esta de estar en la playa nunca pierde su encanto y matiza el panorama. Seguramente la caca en el mar es mas cool.

Salimos a buscar algo de comer. Comi una ensalada y me senti pateticamente aliviado por comer sano. Todo para justificar todo el alcohol y antefaminas del dia anterior (definitivamente me da pena ser susceptible a tales chantajes del marketing, disculpen). La lluvia seguia, pero quedarse en el albergue era peor. Reunir gente siempre resulta una actividad per se, y a falta de alternativas es siempre una eleccion menos mala. Esto no es mas que el simple traslado de unas personas con otras que tampoco saben que hacer. De nuevo olvidamos que la lluvia siempre es sinonimo de trafico, y de nuevo nos dimos cuenta que la hueva siempre nos saldra mas cara. El taxi obviamente fue mucho mas caro que el metro, aun cuando apostamos que nunca sucederia.

Verga. En serio que no estoy en condiciones para salir. Y menos a un anho nuevo. Pero no salir seria como eso de "la puntita nada mas" ... y todo mundo sabe que "la puntita nada mas" es algo que no se hace y punto. Algunos no habian ido a comer y fui por mi segundo plato (creo que el dia anterior no comi). De ahi, a andar por las playas de Copacabana e Ipanema. Algo nublado, y aun un poco humedo, por otro lado yo resistiendo la cruda. Ese dia no estaban ahi las tangas de hilo dental que me trajeron aqui, ese dia habia una composicion un cuanto chillante de vendedores, familias, turistas y folkor local. Yo seguia sin reaccionar.

Guiado por el tradicional adoquin de las playas cariocas, veia como comenzaba a formarse la mancha blanca. Es de buena suerte recibir el anho nuevo vestido de blanco. No se si la costumbre responde a alguna tradicion africana onda santeria o mas bien a la moda. De cualquier manera ahi estaba yo de blanco tambien (algo que fue completamente accidental).

A la hora de reunion las playas de Rio de Janeiro ya eran un enjambre de cientos de miles de personas. Desde los ricos sentados en la terraza del Copacabana Palace -aquel hotel de donde descendieron los Stones-, hasta la legion de favelados ocupandose del suministro de cerveza de la fiesta. Cinco escenarios sobre los postos con musicos de MPB, Samba y Axe que me hubiera gustado conocer mejor. Y al fondo, el mar con tres grandes cruceros flotando simetricamente.

Como toda fiesta de estas dimensiones, su organizacion termina siendo un desmadre. Todo guey tomando chela pareciera venderla, hasta que se descubre que mas bien trajo su hielera personal. Llegar a un punto de venta es cuestion de unos diez minutos. Esperar cambio, ingenuo. El banho igual o peor, aunque con la ventaja que el mar se ha transformado en un retrete colosal.

La Samba toca, la cerveza corre, asi como la Champagne. La mitad de la fiesta parece estar drogada. Tienen pupilas muy grandes. Yo tambien. Todo esto al tiempo que la gente baila. Baila y no para, es lo unico que se hace esta noche.

Algunos nos queremos separar del grupo, pero para hacerlo tendremos que encontrar alguna especie de base. Cualquier lugar en la arena es suficiente para que perdamos al primer companhero: iba a cagar al mar y nunca volvio (al momento de escribir esto aun no lo he visto). Otros mas simplemente desaparecen, asi como otros aparecen. Encontramos a los Sudafricanos. Ellos tambien estan borrachos. La musica para. Los cruceros encienden sus luces ... cinco, cuatro, tres, dos, uno ... y todo explota.

La gente comienza a correr hacia el agua. Aqui no se comen uvas, aqui se brincan las primeras siete olas. Brincar las siete olas es tambien un muy buen pretexto para ir a mear. A partir de eso todo se torna difuso, los movimientos de la gente no tienen mucho sentido, el tiempo parece dejar de importar y la toma de decisiones se vuelve mas torpe aun. Ahi es cuando uno hace cosas semejantes como comprar 24 latas de cerveza calientes. Casi todos perdemos algo ... a mi me toco perder una tarjeta telefonica ajena, ademas de la objetividad. Terminamos esperando aquel amanecer que nunca sucedio, sobre una roca en Ipanema. La chica de la cancion es ahora mas bien a-la-psychodelic-trance.

Estoy en el Metro. Subo al albergue y tomo mis cosas.

Son las 10 am ...

Hay que regresar a Sao Paulo ...

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