lunes, 31 de mayo de 2010

El Directorio de Seguridad Nacional



Damasco no está hecha para el que sufre de pánico escénico. Desde que se pone el primer pie dentro, al forastero no le queda más que someterse a la vigilancia permanente de miradas que no comprende. Los ojos parecen entenderse, hablan entre ellos, se informan, se protegen y se acusan, tras las ventanas, desde las mesas, sobre la espalda, por debajo de los velos. Al final siempre está el Nazar Boncugu, el ojo azul de cristal que compré para protegerme, pero que ahora conspira contra mí. Porque no me queda más que asumir que aquí cualquiera de nosotros parece, en el mejor de los casos, Tarzán caminando por Times Square, y en el peor, Rushdie entrando a la Meca.

Los callejones laberínticos están forrados por una miríada de carpas sostenidas por palos, y de huecos hollinados, donde los vendedores se protegen de los cuarenta y ocho grados de Julio. Los pasillos de los bazares huelen a shisha, a perfumes de botica, a falafel y a babaganoosh. Se vende desde literatura sagrada cuyo precio lo marca una báscula, hasta rifles de juguete marcados con el escudo de Hezbollah.

A mi derecha, está un anciano de ropas largas que rellena su taza con un grandulón que vierte el té de una tetera gigante; a mi izquierda, Sex and the City versión Oriente Medio: seis mujeres cubiertas de punta a punta secretean coquetamente ante las lentejuelas de los trajes de belly-dancing. Pero a cada cuadra, a cada vuelta, en cada parada, aparece siempre el mismo hombre. Celular en mano, pantalones caqui, camisa blanca de manga corta, con los rigurosos tres primeros desabotonados, hebilla prominente, bigote espeso, lentes oscuros de fino armazón dorado: en fin, el look de las policías judiciales no cambia mucho de país a país.

Y existen algunos riesgos suicidas que no estoy dispuesto a asumir, entre ellos jugar con la ley en una ciudad rodeada por cinco campos de entrenamiento para terroristas, o en Ciudad Juárez. Creo que aún tengo un par de cosas que hacer con mi cabeza antes de que termine en un video de Al-Quaeda o de arreglo floral para La Barbie.

Entro, subo, espero, regreso; él sigue haciendo más llamadas. Pero por más que intento pensar que no son más que paranoias huntingtonianas que me fumo en la CNN, confirmo mis sospechas cuando veo que no soy el único al que espían. Nos siguen a todos. Siria es un estado militarizado y en su policía no hay nada de secreto, esta ahí afuera, infundiendo el miedo y manteniendo a todos a raya, en nombre de la unidad nacional, de Alá y del dictador. La policía aquí se la pasa rompiéndole las pelotas a los civiles más que de costumbre. A diario revisan que todas las casas de la ciudad tengan algún retrato del General al-Asad, propiamente enmarcado y en la pared más vistosa. Hojean meticulosamente cada Corán en busca de anotaciones subversivas, como novias celosas espiando el correo de sus novios en busca de algún nombre femenino desconocidamente sospechoso. Y sí, también van detrás de pobres diablos como yo, que bien podrían haber cruzado la frontera con un six de chelas y unas revistas porno.

–Es rutina – me dijo el hombre de la recepción mientras se frotaba los ojos, justo después de cruzarme con un policía que salía por la vieja puerta de madera del albergue.

–¿Y qué es lo que buscan? – pregunté con un tono que para mi fortuna, sonó más a curiosidad que a pánico.

–Es que últimamente hay mucho periodista por aquí – me contestó sin mirarme mientras con sus yemas redondeaba finamente la lagaña que se acababa de sacar, como si con cada vuelta intentara atar algún cabo que pudiera explicar mi presencia.

–Son esos americanos que difaman al presidente y al Profeta – completó, ignorando que por mi apariencia, bien podría haber salido de una de esas películas yanquis que tanto les gusta prohibir.

Sentí que lo que él quería era que yo dejara de preguntar. Pero mi incapacidad para terminar conversaciones abruptamente me acercaba cada segundo a ser un periodista en potencia.

–¿Y qué hacen cuando encuentran a uno? – pregunté con cautela intentando sonar completamente ingenuo y, de ser posible, pendejo.

Alzó la cabeza lentamente, me miró por unos instantes, guiñó el ojo con una sonrisa incompleta, respondió. Finalmente, por un instante, entendí algo de aquel diálogo de miradas.

–Pues le contestan a todas sus preguntas dentro de una sala de interrogación – .

miércoles, 26 de mayo de 2010

y ahora que?

El fin del viaje me hizo pensar en asesinar vilmente al blogcito éste. Pero en lugar del filicidio he decidido ponerlo en coma un ratín. Ni yo me creo que voy a parar de mojado. Es por eso que, momentáneamente se centrará en la edición de todos los fragmentos no contados de los últimos siete años. Wetback tales revisited. Pásele marchante: situaciones absurdas en lugares exóticos.

viernes, 21 de mayo de 2010

Crónicas de Isla Grande II: Lost

He comenzado a enterarme de cosas espeluznantes, la mata calla los misterios del pasado, que uno con su espíritu de Mulder tercermundista va descubriendo poco a poco. Hace mucho tiempo que alguien más había pensado en la gandallez implacable de la naturaleza en la isla, que decidió convertirla en una prisión de estado. Algo así como Alcatraz con guaraná. En el camino que lleva a la playa de Dois Rios están las ruinas del viejo presidio, o lo que la salvaje gula de la Pachamama ha dejado de ellas. Celdas oxidadas y con moho guardan las palabras y dibujos por los presos. Sin embargo, no parece que hubo mucha seguridad. Aparentemente nadie estaba preocupado por que los presos se escaparan, pues era inevitable que de hacerlo, no tendrían la más puta idea de a dónde ir. Sueltos en un medio inhóspito y desconocido, y lleno de horripilantes bichos ponzoñosos, sería simple cuestión de tiempo para que arrepentidos volvieran pidiendo que los dejaran entrar de nuevo a su vieja celda. Eso de no ser que llegaran a Provetá …

Atravesando la selva y las montañas, del otro lado de la Isla, se encuentran los others, una comunidad de evangélicos de alguna de las tantas sectas oligofrénicas que hay aquí. Los evangélicos llevan en Provetá ya varias décadas y no quieren saber nada de nosotros, los forasteros, los que toman Coca Cola y fuman Marlboro. No ven con buenos ojos que pasemos el día entero bebiendo la cerveza que Dios y Kaká les han aconsejado prohibir, y ni en broma permitirían que sus mujeres cruzaran palabra alguna con una bola de promiscuos. Es simplemente por eso que viven lo más lejos posibles de Sodoma y Gomorra. Con la tenacidad de un menonita han defendido su estilo de vida, no mucho de nosotros y la televisión, sino de los presos que de vez en cuando se escapaban y que ellos mismos ejecutaban, sin más juicio que el del mismísimo Jesucristo.

Ah pero la isla no es una versión tropical de Tom y Jerry, con dos grupos antagónicos, en permanente enfrentamiento. Hay alguien más allá del bien y el mal: Joao Boldo, una especie de Viernes futbolero. Nadie tiene idea de dónde vino o qué chingados hace, pero todos sabemos que él es el único que conoce todos los caminos de esta isla. Es su isla. Los evangélicos le pagan por ajusticiarse a los fugitivos, y da informes a la policía acerca del paradero de algún otro, a cambio de que éstos ignoren los pormenores de sus perversiones carnales con las turistas. En la playa, en la selva, a la mitad del camino, siempre permanece observando desde lejos, degustando con ojos libidinosos al próximo culo carioca que, por las buenas o por las malas, se cenará.

martes, 11 de mayo de 2010

Crónicas de Isla Grande I: Jurassic Park

¿Qué tan grande podría ser la isla si cruzarla tarda cuatro días?

Desde el Catamarán que salió de Angra dos Reis, se pueden ver los enormes deslaves de tierra que mataron más de cincuenta personas el fin de año pasado, literalmente aplastadas como cucarachas, sepultadas bajo algún pasón de la Pachamama. La isla y todo lo que pasa en ella tiene tamaño XXXL. Cuando la logro avistar, crestas y penínsulas, con verde y más verde desparramado se asoman por todos lados. La tierra y la vegetación crecen en todas direcciones, onduladamente. Sí, la isla también es groovy. Por dentro se alza una cadena montañosa volcánica que separa y aisla sus diferentes extremos, y para conocerla hay que ser lanchero o treparle.

Mi vanidad me sugirió treparle.

Las raíces de los árboles parecen hidras rabiosas multiplicándose sin fin, con cada brazo peleando por su pedazo de tierra. Los troncos se levantan por más de veinte metros sobre mi cabeza, luchando arriba por un pedazo de luz. El comportamiento de la vegetación tropical a veces se parece al de un tumor, creciendo sin control alguno y devorándose a sí mismo. La vegetación se incrusta fijamente alrededor de toda la montaña, y frustra sistemáticamente cualquier intento de camino. En medio de la trilha, del sendero, aparecen piedras perfectamente redondas, pidiendo a gritos ser transformadas en cabezas olmecas. Junto, frutas del tamaño de la mía caen cerca listas para descalabrarme, antes de que se quiebren contra el suelo, donde dejan un batidillo de una pasta amarilla viscosa. El volumen gulliveresco de las cosas inevitablemente me hace sentir como el playmobil de un bicho gigante, a punto de ser despedazado.

La Isla Grande es muy bella, pero también es el vengador anónimo de la Tierra, la mano justiciera que nos está apuntando cada una. Los nativos la llaman "fiscal de la naturaleza".

lunes, 3 de mayo de 2010

Playboy



Mis ropas parecían de pordiosero y cambiarlas fue lo primero que hice tan pronto tuve dinero (por desgracia hace no mucho tiempo). Entre los nuevos trapos que compré está esta playerita Playboy, bien a toda madre con su cuello en v, la tipografía original en color plateado, y hasta morras de comic retro dentro de cada letra. Y el concepto. Sólo piensen en el poder de la palabra playboy escrita en mi pecho en dinámicas de ligue. Nombre, seguro que con esto ya me convertía en Mauricio Garcés en portugués. Sea lo que sea, cumplía su función excepcionalmente bien: da de que hablar (y hasta para escribir). Y ahí andaba yo, trepando en la nube del pornstar en los revens, cuando comencé a escuchar la palabra playboy en el portugues coloquial de Sao Paulo. Se escucha por aquí y por allá. Básicamente un playboy, o playboizinho, es un fresa pendejo. Si, ni siquiera fresa sofisticado de la Condesa, y menos aún cliente del Bar Bar. Hagan de cuenta que tengo una playera con letras bien grandotas que dice pipope. Me urge llegar a otra cultura.

jueves, 29 de abril de 2010

Hace un año ...

Eso de viajar si vuelve loco. Lo hace por las buenas y por las malas. Es un estímulo vital tan necesario y sabrosón como el orgasmo. Puede ser un estilo de vida. Pero el rollo de estar en un permanente proceso de adaptación puede ser a veces agotador. Porque finalmente, es un círculo vicioso: mientras mejor te adaptas, más te desadaptas.

Hoy hace un año comencé a viajar. Entiendo por viaje una búsqueda que nos enfrenta a cuestiones fundamentales, y al desprendimiento material por completo. Es de alguna manera un budismo a lo fresa, aunque eso no le quita los huevos. Porque el viaje no comienza en el aeropuerto, comienza desde mucho antes.

El camino esta lleno de caras y lugares que dejan una huella de dinosaurio en nuestra vida. En casa de Ayami, Chut, Carlos y Martha Aurora recordé qué era una vida de familia. Con Fabián sellé una de las amistades más importantes y entrañables que tengo. Viajé por un sureste que no conocía al lado de Isabel, mi capricho José José. Luego me volví aldeano en Alemania en un episodio con claros tintes a la Nabokov. En Sao Paulo viví con Alberto, Lucio, Ben y Jason en un hostel, lo más parecido a una comuna hippie ... o al Señor de las Moscas. Y hasta el día de hoy, alguien quien era prácticamente un desconocido que me acogió como un hermano, Jorge.

Dejé de trabajar para el Padre Maciel y compañía, donde ya veía mi fosilización muy de cerca. Encarnicé el más puro trabajo enajenado marxista como oficinista por unos meses; y descubrí que es prácticamente como tener a su espíritu dando vueltas como pollo rostizado. Viví una especie de periodo de semi-esclavitud trabajando para un hostel en el epicentro de la fiesta paulistana. Al final la necesidad apremió y hubo que retomar las clases, lo que me permitió por lo menos lograr lo que -jodidamente- todo inmigrante aspira en el extranjero: el clasemedierismo.

Un viajero es un comprador compulsivo de momentos Kodak. Tuve la más grande fiesta de despedida con los mejores amigos que alguien se haya imaginado. En Bavaria, me trataron como príncipe; conocí Praga y Austria y aprendí que de frío no quiero saber. También que hay que tener un mejor juicio para escogerse novias europeas, y en muchas de mis decisiones amorosas. Bebí como cosaco en el Oktoberfest. Me enrollé en una aventura de amor con una brasileña de catálogo, y -parte de le experiencia, supongo- salí con los cuernos bien puestotes. Consumé mi meta de debutar como DJ, en el Teatro Odeón de Rio de Janeiro, y a los pocos días viví el mejor año nuevo de mi vida en Copacabana con dos millones de personas. Logré aprender un tercer idioma en un tiempo muy corto. Conseguí hacer verdaderos nuevos amigos en nuevos países. También conocí mi límite, y como perderlos, porque tristemente, no tengo madera para el Big Brother. Descubrí la loquera más destartalante en el Carnaval. Vi, viví y comprendí una nueva cultura y mentalidad. Dicen que todas estas cosas son las que te vuelven sabio.

Pero de alguna manera el viajar tiene mucho de Sísifo, pues el viaje siempre implica el desajuste constante, donde la zona de confort no existe, porque es precisamente lo que buscamos desaparecer. Como decía, el budismo fresa también requiere de muchos huevos. Por más que me choque como suene, definitivamente perderse ayuda mucho a encontrarse consigo mismo. Creo que yo necesitaba una experiencia fuerte. Sabía que me iba a llevar a algo, mas sin saber a qué. Me da gusto que me haya llevado a esto.

La llamada de vuelta siempre llega en algún momento. Es preciso saber escucharla y no quedar en la inercia de la búsqueda. Quedará siempre ahí lo aprendido, negar este aprendizaje es querer hacer de él tiempo perdido. Ahora lo que me queda es la vuelta, que es toda una parte del viaje mismo.

¿Que cómo me fue?
Muy bien!

domingo, 25 de abril de 2010

La enfermedad de Chagas

Interrumpidamente, a causa de su hipo de borracho, y en tono algo regañón, Elvis me recomendaba no tomar jugo de caña de azúcar. Es por tu salud -me decía- sin saber que estaba frente a frente con una de las personas que menos cuidados ha tenido con su salud. El caldo de cana es el jugo que extraen de la caña de azúcar por medio de una maquinita de engranes bastante simple. Por las mañanas, se puede encontrar muchos puestecillos vendiendo la dulce y fresca bebida por lo mismo con que se compra una Coca Cola, que es la perfecta excusa para mitigar mis sentimientos de culpa capitalista. Pero las malas noticias fueron más lejos. No sólo el caldo de cana era dañino: el asaí también me podía matar. El asaí es el fruto de la misma palmera de donde se extrae el palmito. Cuentan que el nordeste se encuentra lleno de palmas de asaí, y de cómo los campesinos desprenden su pulpa de un milímetro de espesor con un artefacto mecánico parecido al que se usa para el jugo de caña. De esta pequeña baya negra se elabora el helado más brasileño que pueda existir: asaí, fresas rebanadas, granola y miel; que se ha vuelto mi argumento preferido para darme baños de pureza y decir que sí me importa mi nutrición.

El médico carioca Carlos Chagas descubrió hace poco más de un siglo una extraña enfermedad tropical que casi invariablemente presentaba miocardiopatía, esto es, el crecimiento anormal del miocardio. El corazón crece y crece hasta que revienta. El mal de Chagas es fulminante y en las últimas décadas se ha venido relacionando al consumo de jugo de caña y asaí. Las ruedas que trituran la caña y las bayas no consiguen destruir al parásito. Mientras más comemos, más adoramos, nuestro corazón crece en todo sentido. Comernos al Brasil antropófago, ese que se devora a sí mismo y como crisálida renace con más vigor, es cobijar a un parásito que no se nutre de nuestro amor, sino es alimento inagotable de éste. El parásito no se alimenta de nosotros: nosotros nos alimentamos de él. En un instante kafkiano nos convertimos en el agente invasor que drena esta tierra de su espíritu dulce. Pero hay una vuelta, un giro inesperado, pues si el mal de Chagas no estalla nuestro corazón, lentamente succiona la alegría y nos mata de nostalgia, de saudades, a nuestra partida. No existe ningún remedio satisfactorio para quien la padece, pues generalmente sólo traen más dolor; pero tampoco existe medicina para quien no enfermó, sólo bellos recuerdos de lo que dejó.

viernes, 23 de abril de 2010

En defensa del Speedo



A diferencia de muchos países en el mundo, aquí los hombres usan Speedos. Éstos trajes de baño -o sungas, como ellos les llaman- se asemejan a una trusa en su corte, estan hechos de licra y suelen ser algo ajustados. En Brasil las sungas no son una moda, son una tradición. Así como nosotros tenemos los trajes de china poblana y del istmo de Tehuantepec, aquí tienen esas madres y las tangas. De tal forma que usarlas es socialmente lo más normal, y existe un buen número de razones para esto.

Por un lado son inmensamente más cómodas. Al entrar al agua no flotan ni se menean; al salir no se embarran ni se repliegan mezcladas con un masacote de arena. Por otro lado, el material del que están hechas permite que sequen rápidamente. Pero sin lugar a dudas su mayor ventaja, por más narcisista que sea, es que permiten un bronceado parejo. Sin embargo el problema aquí no son las ventajas o desventajas técnicas del traje de baño; el problema es de otro tipo.

Muchos de sus detractores relatan en tono angustiado cuán espantoso les resulta la idea de que algún puto quede hipnotizado admirando su "paquete". Bien señores, las playas no están llenas de putos, salvo que busquen una intencionalmente. Están más llenas de mujeres que, en otras situaciones, llegan incluso a pagar dinero para ver a tíos usando éstos trajes de baño. Sin tomar en cuenta que la playa es de los pocos lugares donde hay muchas más mujeres que hombres, estos acomplejados se dedican con gran esmero a pensar en la minoría y no en la abrumadora mayoría. Lo mismo aplica para aquellos que expresan su profundo malestar por "tener que ver esas cosas" en un lugar público como la playa. Pues no señores, no se tienen que ver. Las ve el que quiere, sobre todo los que pierden interés en mirar mujeres en traje de baño.

Pero existe una subespecie de críticos de la sunga más divertida: la que hace de la excepción una generalización. Sí, aquellos que al escuchar un galope juran que se trata de un unicornio y no de un caballo. Ellos sostienen que sería terriblemente traumatizante ver a algún gordo de panza voraz en la playa usando un Speedo. Y vaya que lo sería. Pero un gordo como los que imaginan es igualmente grotesco en bermudas (es por eso que yo opino que los gordos de alto calibre sólo deberían ir a la playa en un traje para desarmar bombas como los que usan en Irak) o casi cualquier otra prenda de vestir. Y finalmente olvidan que el gordo monstruoso carente de todo sentido de estética y autocrítica es la excepción, no la regla.

A decir verdad, la razón verdadera de éste grupo de temerosos es mostrar a la gente que su bulto no es un bulto de cocos, sino uno de cacahuates. No usar una sunga simplemente evidencia que el sujeto efectivamente tiene (o cree tener) el pito chiquito. Lo peor del caso es que ni siquiera les importa que las mujeres hagan su propio juicio acerca del tamaño de su miembro, sino el juicio de sus compas, con quienes a diestra y siniestra, alardea de su godzilla, animalon o monstruote.

No sé si a dos semanas de irme de Brasil tenga sentido comprarme un Speedo, pero definitivamente hoy que vaya al centro comercial voy a ver precios ...

lunes, 19 de abril de 2010

todo poderoso timao o el americanista de closet



Parece que después de mi nombre y mi nacionalidad, la pregunta más común es a qué equipo de futbol le voy, aunque creo que esto es una mera formalidad: mis preferencias en el balompié les interesan más que mis datos personales. Y así uno comienza a caer en la paranoia futbolera. En las comidas, en el trabajo, en el camión, en el bar, en la tele, en la playa, en lo oscurito. En fin, uno no puede ni echarse un pedo agusto sin quitarse la presión de escoger algún time panbolero, pues no hacerlo sólo provoca que aquel que tienes al lado no pare de hablarte de futbol durante horas. Más por salud mental que por convicción propia, uno cede. Y ante el libre albedrío, la elección se vuelve especial. Aquí no hay que preocuparse por reafirmar ningún sentimiento de pertenencia ni por continuar con ninguna tradición familiar. Existe un sinnúmero de razones para elegir un equipo deportivo, que si están jugando bien, que si un delantero estrella, que si el uniforme, que si la historia del equipo. Yo escogí a Corinthians por una razón muy diferente: simplemente es más divertido ser corinthiano.

Corinthians, o todo poderoso timao, es uno de los equipos más viejos en Brasil, con 100 años de edad recién cumplidos. Después del Flamengo de Río de Janeiro es el equipo con la mayor hinchada en el país. Y aquí no hay que ser un genio para deducir que las mayores hinchadas están compuestas por el barrio, la broza, lo raspa. Es el equipo de la favela, de asaltante, de albañil, de perro callejero, de tipos que en la cárcel se tatúan su escudo en el pecho con un fierro oxidado, de padres que al recibir en brazos a su hijo recién nacido, lo visten con la camiseta del timao. A clasemedieros acomplejados como yo, esto les produce un morbo y una fascinación tremenda. Sí, el timao es lo más naco que puede haber en Brasil. Bien sabemos que dentro de todos nosotros hay un pequeño naco ... yo tengo mil que se pelean por salir. Chingá, si no fuera por Televisa y todos los copetes engelados antreros que apoyan al América, reconsideraría mis preferncias futbolísticas.

En los palmarés, padece de un síndrome del "ya merito" agudo: es el mayor campeón de torneos locales, pero rara vez se ha alzado con un título nacional. Por sus filas han pasado un par de leyendas, como Sócrates y Dunga, mas también se encuentra lejos de haber sido el gran semillero de la selección. Creo que se ha dedicado con más entusiasmo a comprar estrellas agonizantes, como Roberto Carlos y R-oink-naldo. Entonces, si el Corinthians es un club mediocre, ¿de dónde chingados me saco que es tan divertido? Pues de que, sea lo que sea, es el centro de atención. Es el equipo a vencer. Ser corinthiano te gana la simpatía de la mitad de las personas que conoces y el desprecio profundo de la otra mitad. Da para burlarse de todos los demás y para dar cuenta de las muestras de solidaridad más fraternales ante el ataque rapaz del enemigo. Es muy fácil, uno es corinthiano por joder, nada más.

lunes, 5 de abril de 2010

Trabalhador

Conocí a Seu Jorge ahí en uno de esos discos de la serie Posto Nove, compilados por algún francés de esos que van pepenando cosas chairi-cool del tercer mundo. De inicio, su estilo me pareció -y aún me parece- decididamente bipolar: rolas que nos llevan a desmembrar el esqueleto, y otras que nos urgen a preparar la tina y sacarle filo a las navajas. Pero dentro de todo, un buen balance. Voz profunda y corriosa, letras urbanas, bajeos funk y el rasgadito de cuerdas tan característico del samba.

Seu Jorge es un intérprete y compositor nacido en Río de Janeiro que por un milagro consiguió salir del entrono de la favela. De las sórdidas vulcanizadoras de la cidade maravilhosa a príncipe del cameo (por ejemplo, en la mariguanada de Wes Anderson, The Life Acquatic with Steve Zissou) se ha convertido, sin duda, en uno de los más importantes representantes del MPB. El MPB, música popular brasileira, no es más que los ritmos tradicionales afrobrasileiros fundidos con influencias de fuera, como rock, funk, reggae, y hasta pop. Tiene la gran virtud de todos los volúmenes for dummies: digerible y tarareable.

Su última producción, América Brasil, me sirvió de acompañamiento en tan singulares ocasiones que me permitió compenetrarme con cada acorde y batida que suena. Grabado en el Citibank Hall de Rio en 2009, es un show en vivo de respetable producción y notoria calidad en la ejecución. No esta de más apuntar al talento de todos los músicos de la banda (véase la armónica bluesera amazónica requinteando). En particular, el comienzo del concierto, con Trabalhador y América do Norte me redirige a mi vida en Brasil: trabalhador brasileiro, trabalha igual que burro e nao ganha dinheiro ... o mexicano tambem.

domingo, 28 de marzo de 2010

El Macbeth que todos llevamos dentro

Creo que fue el martes, después de ir al supermercado que decidí escribirle un breve correo a Isabel a raíz de que vi un conejo de Pascua de chocolate Lindt, idéntico al que me había regalado su madre hacía un año cuando la visité en Alemania por primera vez. Sé que después de haberme comportado como un patán de primera línea, la cursilería del conejo es auténticamente ridícula, pero así fue. El correo era escueto, atiborrado de enunciados cortos y de frases archirrequeterecontra estúpidas, que no dejaban ver más que un sentimiento de culpa. Porque finalmente creo que soy una buena persona -o al menos tengo remedio- y a decir verdad este issue de los juicios de Nürnberg no me había dejado en paz.

Por supuesto que no revelé que desde mi segunda visita a Alemania ya no la quería, ni que desde hace mucho pensaba que ella era tonta, ignorante y hasta racista, ni que se me hizo más fácil quedarme ahí mamando de su dinero, ni que la dejé por una vieja que era aún más idiota pero que tenía un culo que ella nunca tendrá. La mentira sigue en pie, no porque la vaya a lastimar todavía más con la verdad, sino por la misma razón que engendró este problema: me cuesta aceptar que a veces soy un verdadero hijo de puta.

Resulta que me perdonó. Algo que yo nunca he hecho, perdonar a una pareja mentirosa, ruin y abusiva. Obviamente por mi cabeza pasó una bola de nieve con todo tipo de cuestionamientos, desde unos de filo freudiano hasta otros llanamente pendejos pero no menos enigmáticos. Pensé en escribirle de nuevo, pero vi que esto no sería más que un intento potencialmente exitoso del autosabotaje barato al que me someto en todo aquello que tenga que ver con relaciones de pareja. Mi experiencia en amistades post-noviazgo es igual a cero, y si este es acaso un momento para comenzar, definitivamente primero tengo que darle format a todos los prejuicios y comportamientos viciados que tengo en mis relaciones: quiero tener una pareja pero no sé porqué, mi catálogo de exigencias es más grande que el directorio telefónico y está lleno de incongruencias, oculto mi debilidad detrás de una máscara quesque bonachona y buena onda, irremediablemente busco mujeres que me regañen y contengan mi personalidad, estoy dispuesto a mentir a la mala para satisfacer mi necesidad de cariño, y muchas cosas más.

domingo, 21 de marzo de 2010

Vila Condesa Madalena

En el oeste de Sao Paulo, entre los barrios de Pinheiros y Perdizes, está la animada Vila Madalena. Se encuentra minada de curvas, bajadas, y sobre todo de subidas en ángulos desalentadores para el que anda a pie. Sus calles están construidas sobre antiguas colinas que algún día fueron misiones jesuitas. Durante mucho tiempo creció como un suburbio pobre de indígenas -cuando éstos aún existían-, hasta principios del siglo XX, cuando se introdujo un tranvía para comunicarla con el centro de la ciudad. Pequeñas casas de familias de trabajadores de origen portugués comenzaron a aparecer, mucho antes de que surgieran los imponentes rascacielos que la rodean.

A raíz de sus bajas rentas y la cercanía con la Universidad de Sao Paulo se volvió un reducto estudiantil hippioso en los años setenta. Fe de esto está en que decidieran romper con la tradición y bautizar sus calles con los nombres más pachecos que se les pudieran ocurrir: Simpatía, Harmonia, Wizard ... existe la esquina Girassol con Purpurina. Por supuesto que todo sujeto que hace algo semejante dícese poeta, y la Vila se volvió el barrio de moda entre artistas. De ahí que aparecieran galerías, teatros, librerías, cafeterías y bares de mediano porte. Muchos de sus engañosos callejones están vestidos de elaborados graffitis que gritan el caos de la ciudad; y de boutiques y tiendas de diseño que se asoman a cada esquina.

Diversos lugares se han vuelto emblemáticos no sólo para el barrio, sino para la ciudad entera. En la calle de Aspicuelta se encuentra el bar Sao Cristovao, tapizado de un universo de fotos y colguijes en alusión al futbol. En Horacio está el O do Borogodó (no se moleste en leerlo de nuevo) que reúne viciados del samba y la MPB, sin olvidar el pelotón de mujeres despampanantes que eso quiere decir. La calle Girassol alberga la escuela de samba de la Vila, la Pérola Negra, donde se puede ir en temporada de ensayos y tomar una buena mezcla de anarquía con endorfinas por diez reales.

La bohemia Vila Madalena tristemente, como sucede muchas veces, desplazó a sus creadores para albergar a sus consumidores. Las patricinhas acomodadas sedientas de shopping y los chavos de onda enzapatados y encamisados mudaron su vida y sus gustos a los aires chic de la Vila, convirtiéndola en un gran negocio que ya muchas veces queda fuera de los alcances de los universitarios. Aunque de ninguna manera ha muerto, eso no sucederá, sólo se encuentra en una metaforfosis más, y tengo certeza que no se despertará mañana con seis patas.

jueves, 18 de marzo de 2010

Nacademy Awards 2010: mejor tabloidero


La degradación cultural en esta sucursal de Sodoma está a flor de piel. Los símbolos y referencias a la esencia pop-ulachera perturban cada espacio sin tregua. Pocos ejemplos hay que resuman esto tan bien, de una forma casi artística, como el de Vágner Love.

Afín con la perturbadora tradición onomástica de dar licencia al mal gusto para escoger los nombres de los hijos, la familia Silva da Souza decidió bautizar a su retoño como Vágner (sí, con v y con acento). El pequeño Vágner creció en Bangu, una favela al oeste de Rio de Janeiro y desde muy temprana edad mostró talento en el fútbol, lo que lo llevó a las filas juveniles del club paulista Palmeiras. Fue ahí donde murió Souza y nació Love, cuando a sus diecisiete años, fue sorprendido bañando la nutria con semejante morenaza, en plena concentración del equipo.


Él es uno más de los tantos cracks fallidos en la historia del fútbol brasileño. Después de un brillante pero fugaz comienzo en campeonato de Brasil, emigró al CSKA de Moscú (primer síntoma de demencia). Sólo a un ruso se le podría ocurrir que un negro de favela iba a poder adaptarse a un clima ártico, con un montón de gente malencarada, que además habla un idioma que este sujeto jamás podría -o querría- entender. Lo único que le quedaba, las rusas, seguramente se acabó follando a medio moscú en medio mes, y pronto terminó sumido en una crisis exististencial digna de un emo: sol, playa, cerveza fría, samba, carnaval, pieles saludables, buenas cogidas.


Aún en los años zaristas de la carrera del futbolista, continuó siendo fuente inagotable de material para el periodismo amarillista. Y es que se ha ganado cada primera plana en la sección de escándalos a pulso. Sus imágenes -ojo de semáforo y lata de cerveza en mano- a medio Carnaval arrimándole el camarón de forma flagrante a famosas presentadoras de televisión casi en pelotas, ya no escandalizan ni a una anciana de los años de la dictadura. El clímax (literalmente) en la historia de Vágner fue en 2008, cuando se filtró a la red un video donde el jugador aparece en una auténtica transfusión de fluidos con la actriz porno brasileña Pamela Butt (que ya es una historia por sí sóla: ostenta el récord del gangbang más grande en la industria porno local: 50 muchachotes); video en el cual supuestamente aparece también Robinho bed-to-bed. Hoy la actriz -quien no cobró- afrima los hechos, mientras el futbolista los niega:

http://www.yourfilehost.com/media.php?cat=video&file=wagner_love_pamela_butt_fucking.wmv


La aventura From Russia with Love, como era de esperarse, terminó con un berrinche que lo llevó a una premeditada baja de juego, lo que a su vez provocó que los rusos decidieran regresarlo a Brasil para que dejara de plancharse a las esposas de los ejecutivos del club. A su vuelta, su desempeño en el Palmeiras fue mediocre, y terminó cuando tres gatos de la porra del equipo se lo surtieron al increparle su alto salario y baja productividad en la cancha.

Pensando que el entorno carioca y las putas de Copacabana le sentarían mejor al la estrella moribunda, Vágner Love fue transferido a comienzos de este año al campeón Flamengo, donde también milita el Emperador Adriano, y que ha dado origen a que ahora se conozca a la delantera del club carioca como el "Imperio del Amor". Recientemente se ve al crack desinflado en todos los bailes funk de las favelas de Rio de Janeiro, aquellos reventones apocalípticos que aparecen en Ciudad de Dios y demás filmes favelosos. Precisamente hace poco se le observó en una fiesta de éstas lado a lado con conocidos capos pertenecientes al Comando Vermelho, el proto-cártel (porque aquí en el tráfico de drogas predomina lo tribal sobre lo empresarial) más importante del país, hecho acerca del cual ahora tiene que rendir declaración ante la justicia brasileña.


Vágner Love es un miembro más de ese elenco de consagrados como Campuzano, Fabiruchis y Sabrina, con su correspondiente jauría de papparazzis, quienes se han dedicado de hacer la vida del pobre Vágner un mausoleo al morbo. Los paralelos con Cuauhtémoc Blanco son inevitables, sin embargo, el brasileño es rey pues finalmente es más gangsta, más naco, y seguramente la tiene más grandota que el Cuau. Él no podría victimizarse ante nadie alegando que viene de familia humilde de clase trabajadora; no es más que la médula de la escoria social del tercer mundo. Vágner Love: el mito y el hombre del bling bling. Salud!

lunes, 8 de marzo de 2010

La fealdad es un diamante

Mis amigos ingenieros tienen unas novias inexplicablemente feas. Se que estudiar ingeniería puede deformar profundamente la apreciación de la belleza femenina: tirarle a lo que se mueve y a lo que no también. Pero lo que más llama la atención es que aquí se necesita hacer un esfuerzo sobrehumano para encontrar alguna mujer que no pase la escaneada básica. En Sao Paulo encontrar mujeres feas es más difícil que encontrar un clítoris después de una botella de whisky. La novia de Amaral es de aquellas mujeres con cuerpo de pera y unas piernas tan gruesas como las de Emmitt Smith; la novia de Armando es una edición pasta dura de La Guayaba con unas verrugas onda dripping a la Pollock; la novia de Luis es la más normal, aunque me cuesta trabajo no silbar "el cóndor pasa" cada vez que veo su nariz. Lo surrealista es que estas personas se han dado a la tarea de conseguirme una dama de porte, de sociedad, que alegre mis días y caliente mis noches. Ellos creen que esta Dulcinea es la hermana de Giselle, la novia de Armando, sí, la de las verrugas artísticas. Si Mendel tiene razón, parece bastante prudente tomar un avión y esconderme en Bangladesh.

viernes, 5 de marzo de 2010

Unos klinex y un papel por favor

Los nombres de las farmacias aquí son simplemente sensacionales.



Hay pa' todos los gustos.

martes, 2 de marzo de 2010

No tengo que tener paciencia ni tolerancia con estas mamadas



Es una especie de (mal) augurio de tragedia griega: el mexicano que se encuentra de viaje por algún lugar de latinoamérica está condenado a ser objeto de insufribles comentarios, preguntas y chistes del Chavo del Ocho. No sé si el Chavo durante las dictaduras militares en sudamérica habrá tenido algún significado metafórico y efecto emancipador en la niñez, al estilo de La Vida es Bella, pero a mí me parece vergonzoso. Personalmente no conozco ningún fans del Chavo en México, pero aquí creen que todos estamos obsesionados con él cual manga japonés: nosotros debemos conocer de pies a cabeza la historia dentro y fuera de las cámaras de cada uno de sus personajes, comprender los errores de continuidad en alguno de sus episodios, y tener la interpretación cultural de la sarta de pendejadas que dice. Sí señores, ahí esta nuestro legado cultural, todo resumido en la trilogía tequila-sombrero-chavo. Palabras más, palabras menos, una bebida que te pone idiota, una prenda que te hace ver como idiota y un idiota. De los mayas, Octavio Paz, el mole, Tin Tan o la UNAM, nada. Tampoco los culpo, pues el grueso de la población en México tristemente resume Brasil a nalgas-carnaval-futbol-nalgas. Pero al menos el carnaval es una fiesta de puta madre, han ganado el mundial cinco veces y lo de las nalgas se explica por sí solo.

He sido calificado, aquí y allá, con los adjetivos más despreciables por "no entender" el humor y la obra de Roberto Gómez Bolaños. Y para alivio de todos, no, mi infancia no fue traumática ni nada. Vi la serie como muchos -pues a más de treinta años, seguimos sin tener muchas opciones- y hasta me llegó a parecer divertida en algún momento. Mis padres nunca me prohibieron verla aunque francamente debieron haberlo hecho. Conmigo las cosas cayeron por su propio peso: al poco tiempo me cansé de él. Su humor es bobo y repetitivo, quien lo niegue deje de leer este post, no esta entendiendo nada. Y aún cuando muchos fundamentalistas aseguren que si no te gusta en Chavo eres anormal y disfuncional, esto jamás me impidió poder relacionarme con niños de mi edad (soy anormal y disfuncional por otras cosas); aún podía platicar de los Transformers, las Avalanchas y los Selz Soda.

En Brasil el Chavo del Ocho es un fenómeno generacional más intenso que en México. Quiero dejar en claro que no estoy negando su estátus de icono cultural, pero los argumentos de sus defensores nunca me han terminado por convencer. El supuesto carácter "épico" de sus personajes me resulta una idea vulgar. Su personaje central es un niño tonto, mal alimentado y abandonado que vive dentro de un barril y es hostigado y abusado por el resto de la comunidad. El resto del elenco se compone de un niño mimado y cabrón, una escuincla estresante, el huevonazo que tiene como padre y una vieja fodonga arribista, por mencionar algunos. ¿Alguna coincidencia con la percepción del mexicano en el exterior? Que sus padres estuvieran de mojados en Los Angeles y escondiera kilos de cocaína en su barril, sería la cereza en el pastel. Muchos de sus "chistes" me parecen dignos de un descerebrado como Patricio, el compañero de Bob Esponja. Pero resulta que Patricio es una estrella de mar, no una persona. Dejo evidencia de su humor oligofrénico, sin contar el universo de links a videos, clubs de fans e incluso blogs dedicados a él.

"¡Cállate que me desesperas!"
"Te voy a acusar con mi mamá"
"¿Quieres? ¡Compra!"
"¡Vieja Chancluda!"
"¡Ta, ta, ta, taaaa... ta!"
"No te juntes con esa chusma"
"Es que no me tienen paciencia"
"Fue sin querer queriendo"
"Se me chispoteó"
"Chanfle"




jueves, 25 de febrero de 2010

gurus piteros

Las congregaciones, sectas y demás variaciones desechables del cristianismo pululan por aquí. En la calle, en el taxi, en el periódico, en el teléfono, en el desayuno, en la cena, los fines de semana, los feriados, las madrugadas, cuando estoy crudo, cuando me estoy sacando un moco: en Brasil son tal como el reino de Dios, omnipresentes. Me cai de madres. A pesar del placer morboso (sí y qué) que siento cada vez que paso por uno de sus "templos", el fanatismo de sus seguidores es digno de un mujahedín y prefiero no curiosear mucho, más que nada por eso de que me vayan a partir la madre. De cualquier manera sigo de cerca sus excitantes actividades a través de la televisión y los cientos de volantes, periódicos y propaganda que con resignación recibo en la calle.

Aquí las sectas no compraron los retazos de tiempo aire de un canal hechizo de cable. Aquí se compraron su propio canal, y tienen su programación esquizoide repitiéndose "por los siglos de los siglos". Existen no uno, sino dos canales, pero ninguno le pertenece a la Igreja Universal do Reino de Deus, aka "Pare de Sufrir" (hecho que aún no me explico). Uno es manejado por una coalición de congregaciones que empresarialmente se encuentran en estado embrionario, mientras el otro es el engendro demoniaco de la Igreja Mundial do Poder de Deus, fundada por Valdemiro Santiago en 1998. Institucionalmente no es nada más que la consumación de las enseñanzas del Partido Nazi, el Partido Socialista, y demás abominaciones propagandísticas de la historia. Originariamente paulistana, esta secta se ha extendido con un ímpetu avasallador a lo ancho del territorio de Brasil, que hace parecer las conquistas de Julio César como viles matatenas.

El canal es una combinación de grabaciones, de "concentraciones de fe" y un carrusel de pastores que conducen el "programa" -si es que se le puede llamar así- en vivo. Aún cuando lo barato de la producción es obvio, tendríamos que ser bastante estúpidos para creer que después de comprar un canal de televisión se quedaron cortos de presupuesto. El target esta perfectamente definido y trabajado. La música de fondo va de somníferas piezas de piano (que harían a Chopin y a Satie revolcarse sobre sus tumbas), a jingles de tintes heroicos como de película de Shwarzenegger. Curiosamente, la escenografía siempre es la misma, lo cual da cuenta que el branding en estas cosas no es ningún azote pacheco. Un campo verde y apacible con un río de aguas cristalinas a punto de ser cruzado por un pequeño rebaño de ovejas. Nunca me ha quedado claro porqué el Reino de Dios (o lo que nos pintan de él) tiene que ser tan de hueva: mientras en el infierno hay solos de guitarra interminables y viejas buenotas encueradas, en el Reino del Señor sólo aspiramos a echarnos un coyotito (porque seguro que no hay mota). El singular paisaje esta enmarcado por la también omnipresente cintilla con toda la información referente a cuentas bancarias, direcciones, hotlines -por si la ayuda no puede esperar- y eventos de la secta.

La gran figura de la Igreja Mundial do Poder de Deus es Valdemiro Santiago, su fundador. En primer lugar, el señor ostenta el título de "apóstol" de Dios, lo que de entrada lo pone más tupido que el Papa. El apóstol Valdemiro, faltaba más, hace milagros: devuelve la vista a los ciegos, cura paralíticos, enfermos de SIDA, y seguramente también multiplica los peces. Como cualquier loco de estos, habla con una pasión desbordada y es un profesional en el control de masas. Su poder divino -diría él que la mismísima mano de Dios- no es nada menos que un tierno abrazo Teletubbie que le da a la gente. Esto provoca un inminente corto circuito que los pone a berrear desesperadamente, y convierte todo en un circo típico de la televisión. Después del clímax, cierra éstas "concentraciones de fe" con emotivas y conmovedoras canciones de las que la propia Celine Dion sentiría envidia, invitándonos a que nos llevemos aquellas melodías a casa y compremos su CD (y eso SI que esta cabrón: esas rolas no se encuentran en Xtorrent).

Tu vida indudablemente cambiará en todo sentido si aceptas a Jesús: conseguirás trabajo, recuperarás a tu esposa, dejarás las drogas, ganarás la lotería, te "curarás" de ser puto, te dejarán de oler las patas, ya no te picarán los mosquitos. Y cito al apóstol: "tu vas a ir a ese banco y vas a hacer eso, vas a decirle al cajero DIOS PUEDE CONTAR CONMIGO". Esto es, Dios nos quiere un chingo, pero nos tenemos que mochar con un varo. Yo no sé porqué si El Señor es omnipotente siempre anda tan corto de dinero. Aparentemente Dios, amén de haber creado el universo, tiene serios problemas de administración doméstica o es comprador compulsivo.





martes, 23 de febrero de 2010

Bar de Leo

El sábado me fui al Bar de Leo con Jorge. El Bar de Leo fue fundado en 1940 y esta en la calle Aurora en el centro, justo en frente de la Crackolandia. Originalmente fue propiedad de inmigrantes alemanes, y es ya una tradición para los "conocedores" de chopp (cerveza de barril). El bar no tiene ni sillas ni música, y una no tan acertada estética disque bávara. Pero el Bar de Leo rara vez esta vacío y se nutre de todo: paulistanos cultos, viejos nostálgicos, las burghesinhas de las canciones de Seu Jorge, indigentes y ambulantes, familias en paseo sabatino, y turistas perdidos. Tal vez lo más especial del Bar de Leo es su localización. La Crackolandia fue el reducto de cientos de adictos al crack y cosas peores durante varias décadas, y es un referente tradicional en el imaginario del paulistano. Hoy en día los viejos pasillos y departamentos insalubres que fueron madeja de tanto hoyo junkie han sido demolidos, para dar paso a algunos edificios del gobierno que seguro tratarán de comunicar algún mensaje "de buena onda". Lo único que quedó del antaño fue basura, un buen número de los desalojados que se quedaron a propósito de la basura, y la mala fama. Y cualquiera que tenga un bar con historia en un lugar de mala fama de antaño tiene una mina de oro.

Es el tipo de lugar que vive a través de los personajes únicos que pasan por ahí. Matias es un viejo que toca el trombón. Pero a diferencia de muchos músicos ambulantes, el no lo hace por necesidad, lo hace por puro placer. Nació en Minas Gerais y a los pocos años comenzó a picar piedra literalmente. La vida lo trajo en la infancia a las canteras de Sao Paulo, y sus manos cuentan su historia: grandes, duras, fuertes, áridas, ásperas. Las manos del viejo hechizan el ritmo del pistón para llevarnos a Pernambuco; de pronto, Beatriz se acerca a vendernos un paquete de chicles. Aunque realmente esta ahí porque subirse a la bicicleta nueva de Jorge. Es una morenita de diez años y ayuda económicamente a su familia los sábados. En realidad, se pone a platicar con los clientes del bar para esconderse de su tía. Le va al Corinthians, le gusta el Carnaval, y es más viva y audaz que muchos de nosotros. Su sonrisa la delata. También va a la escuela (nos dijo) pero cree que no es muy buena ... sólo en matemáticas. Joao es un mesero de casi cincuenta años que se acaba de casar con una mulata de ventipocos, y es obviamente un hombre feliz. Es el mesero de toda la vida de Jorge y nos suele rellenar, cambiar y regalar vasos de cerveza.

La primera vez que fui recuerdo que salimos ya bastante borrachos cerca de las cinco de la tarde, cuando el bar cierra, pero esta vez no logré la hazaña. El bufet de churrasco que comí poco antes, el culpable. Yo bien sabía que después del atascón de niño de hospicio que me puse, las chelas no bajan tan rápido (y menos las de barril). No conseguí estar más de dos horas en el bar y salí mas empachado y asqueado hasta el punto en que casi vomité ... con sólo cuatro vasos de cerveza. Como dicen aquí "pasé mal". Para hacer las cosas peor, nuestra siguiente parada era un pequeño Carnaval en el estadio del Corinthians, que recaudaba fondos para un pueblito histórico cercano, Sao Luis de Paraitinga, que quedó destruido en una de las tormentas apocalípticas que caen en este país (y creo que últimamente en todos). Y aún con el bar chévere, los tragos de gorrón y una fiestecita potencialmente chaira y broza, me regresé en metro a la casa a descansar el pasón. Me sentí como cuando me perdí el eclipse de sol del DF a finales de los ochentas, porque me puse a guacarear en Chapultepec y le hice un pancho a mi papá para que nos regresáramos a la casa.

jueves, 18 de febrero de 2010

domingo de Carnaval

Luciana me excitaba muchísimo. No paraba de pensar en transar, comer y trepar. Pero nunca encontré un lugar: que si mucha gente, y que si no, que muy sucio. "Es que no vamos a coger ahí arriba de los orines esos", dijo. "¿Ah no?" Y con la cola entre las patas (la mía), me regresé a la casa de Ipanema, con los portugueses. Muchos no habían llegado y tenía cama libre. Por supuesto que mande al carajo eso y fui a buscar una que estuviera ocupada; y así conocí a Flavia, en la cama de al lado, que traía puestos unos shorts microscópicos y una blusita de esas que dicen cosas como good girl o sweetie. A fin de cuentas me desperté al otro día con una portuguesa guapa; más por casualidad y oportunismo chilango que por alguna historia de seducción que valga la pena contar.

Flavia no era muy interesante ni muy buena en la cama (esto es, ni la mamaba) así que decidí levantarme temprano e ir a buscar compañía para ir a algún bloco. Sin saber muy bien en dónde estaba y sin la más remota idea de a dónde iba, comencé a llamar. Sí, comprar crédito primero, luego un jugo ("la calor" ya estaba pesada) y un monchis. La Mari, novia del Felipe, estaba de visita y tenía los datos del bloco del día: "Bangalafumenga" (o algo así) en Jardim Botánico a las once.

Antifaz azul con bordes de encaje dorados, coronas de flores azules y blancas, cinturón con estoperoles plateados, ropas ligeras; así de huevos me subí al metro. Entrar al metro de Rio de Janeiro en Carnaval es como meterse a un Yellow Submarine. En serio que los Atayde o hasta los esquisitos esos del Cirque du Soleil deberían venir y sacar unas ideas de aquí. Y ese espíritu de pitorreo-cotorreo se mantiene durante todo el trayecto. La segunda parte es en autobús; se acaba el aire acondicionado y cae el sol a cuarenta grados (y yo pa' variar, sin protector solar). Después de unos diez minutos todos nos bajamos, amontonados, chamuscados, embarrados, sudados. Busqué sombra y una chela en lo que la Mari llegaba. Ahí me di cuenta de las dimensiones del problema: este bloco era fácilmente de más de dos mil personas. Tres, cuatro, cinco, no sé; flashback a niño perdido en Reino Aventura. Afortunadamente logré encontrar a la Mari, y hasta a la Ju y a Adri (aunque las perdí igual número de veces dentro del bloco). Mari venía con unos mineiros bien chéveres y de fiesta hardcorera: Rafael, Bárabara y varios más de cuyos nombres ya no me puedo acordar.

El sonido aquel día era una lata de cerveza gigante que se veía bien a lo lejos, al frente de toda la muchedumbre. Nadie sabe bien cuando comenzó a avanzar, muchos nos dimos cuenta cuando el chupe se movió. Las hieleras comenzaron a ser arrastradas cual bloques de la pirámide de Keops. La gente detrás, tratando de no perder a los amigos de vista, de protegerse del cruel achicharre y de conservar la chela bien fría, ya sea en la lata o en la panza. Y el jolgorio. Moro, num país tropical ... Tomo guaraná, suco de cajú, goiabada para sobremesa ... Se voce fosse sincera o o o Aurora ... Jesuscristo, Jesuscristo, Jesuscristo eu estou aqui ... y así, hit tras hit. En algún momento el bloco terminó (no sé porqué), mas nosotros nos quedamos ahí regateando por las cervezas que quedaban.

En un instante de híper-claridad, es decir, cuando nos dimos cuenta que de las miles de personas que habían sólo quedábamos nosotros y dos o tres más, alguien recordó que había un bloco en Leblón a esa hora, cualquiera que fuera. Entre copas llegamos y seguimos en la eucarestía carnavalesca. Perdimos a los mineiros en algún momento catártico de esos donde uno se mete a bailar adentro de la batucada como si supiera. O peor aún: cuando uno ya hasta esta pidiendo prestado algún tambor o cencerro a alguien de la batucada para tocarlo ... como si supiera (sí, que oso). Nos enviaron un mensaje que decía que nos veíamos en el bar Belmonte. Claro, yo que ya he estado en Río cinco veces bien conocía el Belmonte, en Flamengo. Compartimos un taxi con una chica de Fortaleza muy guapa (¿se fueron las feas?) que creo que me intenté ligar sin mucho éxito, y llegamos al susodicho bar. Nadie, esperamos. Resulta que el Bouteco Belmonte es tan único como la nevería La Michoacana. Nuestros amigos estaban en el Belmonte de Leblón, lo más lógico y nosotros ya estabamos bien quiensabedondechingados. De eso nos dimos cuenta despúes de unas diez cervezas y unas aceitunas que pidió la Mari que nos costaron más que las cervezas.

Recuerdo que ya era de noche y llegamos a algún sitio cerca de la casa de la amiga de la amiga de la Mari (imagínense, eso me ponía como el amigo del novio de la amiga de la amiga de la amiga). Lo demás es historia: perdí. Me quedé totalmente dormido en una silla. Aunque creo que esta vez no perdí por lo pedo, pues al día siguiente no amanecí ni pedo, ni crudo ni credo, sino por el coctel fatal alcohol-baile-sol. El Carnaval acabó conmigo ... creo que perdí peso y definitivamente me veo más viejo.



martes, 16 de febrero de 2010

sábado de Carnaval

Por más temprano que fuera, tardamos cerca de dos horas en entrar a Río bajo un sol de la mierda, parados en el tráfico y sin aire acondicionado. Yo que iba de copiloto terminé con el tradicional brazo derecho mal bronceado. Más o menos a las once llegamos a casa de la amiga de Juliana, Concita (nunca logré dejar de pensar en el chiste capulinesco a propósito de su nombre). Ella ya venía de un bloco en Santa Teresa, la favela chic en el cerro de al lado, y en poco tiempo empezaba otro en su barrio.

Después de un par de chelas fuimos a reunirnos a unas tres cuadras con una banda. Desde que abren la puerta ya esta la música, el baile, los cantos, y la vibra pásale-qué-te-sirvo? El barrio se llama Gloria y es sábado, pero no hay cubetazos de agua, hay una alberca de hielo con cervezas nadando y unas diez botas llenas de vodka con jugo de naranja que han traído unos españoles por ahí. El grupo de cariocas ha formado su bloco dentro del bloco, se llaman los Yogolescos y todos visten de blanco y un sombrero que es como un cono de McDonald's con unas frutitas de refri pegadas. Pero eso sí, en Brasil los disfraces de Carnaval no podían dejar de ser ultra-fashion y cada persona trae detallitos por doquier. Que si los lentes para alien o unas alitas doradas pasando por el rimel con diamantina.

Llegaron todos y fuimos a una plaza muy cerca donde ya estaban reunidas unas quinientas personas disfrazadas de cualquier cosa que se les haya ocurrido. Piratas, princesas, payasos, presidentes, policías. Gente bonita y gente fea, niños y abuelos, brasileños y extranjeros, mujeres (vestidas de hombres) y hombres (vestidos de mujeres). Hay un grupo de unos diez cavernícolas que se dedican a golpear los baños portátiles con sus garrotes cuando la gente se tarda mucho. Otros se han hecho unas camisas parecidas a los oficiales de tránsito, y con su cinta de barras negras y amarillas acordonan grupitos de viejas buenas, se meten a bailar con ellas y se las ligan. Y la gente brinca, bebe, sonríe, canta, hace chistes, juega con su personaje, es circo. El Carnaval de calle, de rua, se trata de seguir bailando a un camioncito con un sound-system gigante montado sobre seis pobres ruedas. Arriba pueden venir dese un trío eléctrico, un banda tocando marchinhas o una pequeña batucada. Aquí no hay escuelas de samba, ni carros alegóricos, ni mujeres en pelotas desfilando. Ese es el Hollywood del Carnaval de Río en el Sambódromo, que este año tuvo a Madonna (y a Jesús!), Paris Hilton y la mitad de la selección brasileña de futbol.

Los blocos tienen una duración indefinida, generalmente sujeta al número de borrachos presentes, y así sin más ni más derrepente se acaban. Nos movimos a Botafogo, a uno más pequeño. Más disfraces, ruidero, tragos, carcajadas, pero en este me empecé a dar cuenta (sí que tarde) del sinfín de mujeres sensuales. Sospecho que el factor bebida es crucial aquí. Así que se fueron las feas y llegamos los guapos, y válgame que era yo el único guapo, de hecho, era de los poquísimos hombres. Algo estaba mal, porque lo que es tan bueno siempre tiene un gran pero. Y eso va en contra del "espíritu-teoría" del Carnaval, porque aquí nada puede estar mal. En efecto, resultó que todas ellas no estaban solas: me metí a un bloco de lesbianas. Y olvidemos las fantasías de adolescente onda Maxim, porque aunque se caen de buenas éstas no aflojan y se acabó. El machísmo y patanería de los hombres de este país ha causado que estos bombones sientan un rechazo y asco grueso hacia el género. En serio que el gay pride aquí si está cabrón y los bugas como si estuvieramos pintados en la pared. Entonces fuera de unos besos el jajaja y el jojojo, pues nada, reven equivocado.

Eso del sexo en el Carnaval es medio mito. Va más allá de la destreza o torpeza en el ligue: simplemente no hay donde. En cada pequeño departamento en la Cidade Maravilhosa se quedan alrededor de viente personas, familiares, amigos y hartos amigos-del-amigo y conexiones afines (presente). Bueno, hasta en el baño hay gente dormida. Cualquier hotel se encuentra totalmente lleno, y hasta los moteles están a tope, aún cuando están cobrando precios de hoteles (sí busqué). Los sanitarios públicos o de los bares literalmente rebozando de mierda. La calle y la playa mutan en basureros gigantes bañados por ríos de una potente mezcla de cerveza y meados. Esta es la noche de sexo en el Carnaval. Pero así como es medio mito, es también medio suerte ... y yo nací con buena estrella.




jueves, 11 de febrero de 2010

Curiosidades del día

El karma me devolvió la cámara que le robaron a Rechy y me salí a la calle a caminar y tomar fotos como loco.



Me encantaron:

"La mujer fue hecha de costilla. Imagínense si fuera de filete"

"La mujer fea y el muerciélago sólo salen de noche"


Y definitivamente la campeona:

"Las mujeres perdidas son las más buscadas"



Más adelante me encontré a este sujeto. Les presento una bolsa de trabajo viviente. Que Manpower ni que mis tompiates. Lo más gracioso es que le pregunté al señor si había conseguido su trabajo a través de un anuncio de éstos y me dijo que sí, que al chile si funcionan.



miércoles, 10 de febrero de 2010

el trauma Campos

Es el colmo de la nostalgia: estoy viendo el Sao Paulo-Monterrey en la tele. Lo peor es que con todo mi pesar estoy torciendo para el Monterrey, porque el Sao Paulo es básicamente su análogo y por ende me caga todavía más. Y neta no me puedo quitar de la mente que ya, ora si ya, estamos haaaaaartooooos de ... que los equipos mexicanos salgan con esas mamarrachadas de uniformes cual letrero ambulante. En serio que no puede ser. No mames, que pinche cultura "botarguera" del futbol tenemos. Y eso que no trajeron a los Jaguares de Chiapas o algún otro heredero de la moda Brodi. Seguro me van a mentar la madre, pero fuera de los Pumas, las Chivas y el América nunca ha existido el más mínimo autorespeto por la estética en los uniformes de futbol mexicanos. ¿Que pedo diseñadores, donde están?

Sombras y figuras

Desde que estoy aquí he convertido mis gafas oscuras en unos de mis accesorios favoritos. Ah si, porque el narcisismo a la de ahuevo de este país ya me llevó a comprar "accesorios" ... hazme el chingado favor. No los he perdido (siempre me pasa) porque no los compré: me los encontré, así que ahora están a prueba de olvidos y forevers como yo (cualquier suposición karmática acerca de esto no es mera coincidencia, es necedad mía). Pero no es porque se vean cool y me hagan parecer más interesante de lo que soy. Tampoco es que realmente tengan un uso práctico ante este sol de la rechingada. En el fondo, usar lentes oscuros me da una tranquilidad incomparable para ver culos y escotes fijamente durante un trayecto de autobús entero. Supondría que todo mundo los usa para esto. Mas yo los uso solamente para esto. Por desgracia aún tengo complejo de provinciano en eso de admirar la belleza femenina (total, soy de Chihuahua). O tal vez mi doble moral de la que obviamente reniego, no me permite aceptar lo vulgar y poco refinado que soy en estas cuestiones. Lo cual me confunde aún más: debería pavonearme de mi comportamiento infantil ante la genitalia femenina o sentir pena por él? Bueno, sea lo que sea ya tengo dos pares.

martes, 9 de febrero de 2010

Carna-mart

Fui al centro para reparar el cable (calidad Mac ...) de la laptop. Había que matar el tiempo y me fui a asomar a la calle 25 de Marzo. La 25 de marzo es una calle al estilo Correo Mayor o Pino Suárez, con una constelación de tiendas y puestos que venden la crema y nata de la porquería-y-media, de esas cosas que a mi o a cualquier viciado del centro histórico tanto nos gustan. Chatarrero de corazón, a mi siempre me han encantado las mamadas de tianguis por su cagadez efímera y las de temporada son ya un rollo collector's edition. La calle se desborda con cháchara y media del Carnaval y de la estampida del barrio broza que ha ido ahí para reventarse sus reales. Me siento como en Meave en época navideña, pero con un feeling onda el grito.

Es raro pero malgastar el dinero en cosas corrientes es de las pocas cosas que me invitan al despilfarro. Así que decidí comprar una cosa para el Carnaval. No hay que esforzarse mucho para llegar al Fantasías Miguel versión brasileira. Plumas, flores, pelucas, lentes, sombreros, estolas. Existe todo, desde un mazo de cavernícola fluorescente hasta un casco de centurión romano de hule espuma con lentejuelas doradas, pasando por las tetas y los culos postizos. El Carnaval es el orgasmo de lo ridículo y su grado de contagio es digno de un zombie. El día no dio tiempo para poder "carroñear" ofertas, pues cada pendejada que me encuentro es un tesoro de esos que aparecería en algún 1000 Extraordinary Objects de la Taschen. Además, aún falta toda la mierda que voy a ver en Rio. Y con este vértigo que siento ya no dudo en comprame una cosa o dos: ahora necesito un disfraz diferente para cada día del Carnaval.

jueves, 4 de febrero de 2010

Palazuelos es mi amigo

Lo tengo que confesar. Me rasuré el pecho. Si, ya se: que puto. O peor aún, que metrosexual. Pero nadie puede negar que se ve más chingón. El que tenga una mata respetable tiene un punto a su favor, pero en lo que a mi respecta, nunca me gustaron mis pelos en las tetas. De hecho, no solo me he rasurado el pecho, mi barba pasó de lo hobo a lo chic. Soy más cuidadoso con mi corte de cabello y me baño más. La cultura de lo sexy aquí esta cabrona y no entrarle es como ir a una peda bajo antibióticos. La modita de chairo aquí no encaja, terminas más pareciéndote al Chivo que a Manu Chao. El look playero menos, los shorts y las chanclas son para los jodidos de Rio o los nacos de Australia. El paulistano es sofisticado, refinado, cosmopolita. Yo creo que le irían al América.

viernes, 15 de enero de 2010

Nuevos trucos

No se como lo logré, pero baile samba. Si, y no rían, que lo hice bien. Supongo que el hecho de estar entre extranjeros me hizo sentir con un poco más confianza para hacer el ridículo. Para mi sorpresa no fue nada para sentir verguenza, lo contrario: comencé a atrapar miradas alrededor. Primero de los argentinos, paraguayos y colombianos que llevé, poco después de unos brasileños. "Eres el extranjero que más cerca esta de bailar bien" dijeron. Uau. Y yo que tenía serios problemas con la cumbia, ahora bailo una cosa que va a unos 240 beats por minuto. Derepente podía coordinar movimientos distintos con mis pies, cadera y hombros más o menos armoniosamente. El movimiento de los pies aún no me lo puedo explicar: izquierdo adelante, en medio, derecho al frente, e medio, izquierdo atrás, derecho atrás. Tal vez ese no sea el orden correcto. Ese maldito ritmo me controla.

jueves, 7 de enero de 2010

Carnaval samples

El jueves por la noche, en Bixiga, la escuela de samba Vai Vai tiene un ensayo general para el Carnaval. La entrada cuesta diez reales y por el talón de mi boleto puedo participar en la rifa de una bicicleta último modelo. Unas diez cuadras abajo cerraron el cruce de dos calles que han formado una plazuela improvisada. Ahí estamos unas quinientas personas esperando la bomba. Esperando el samba.

Pero esto no es una escuela. Esto es el gremio-recreativo-cultural-social-escola de samba Vai Vai. Así se llama. Y si uno mira a su alrededor, no podrá ver más que eso. El Carnaval lo hacen blancos, negros, niños, mujeres, juniors, marginados, nacos, narcos, putas, putos. Lo esta haciendo cada persona que camina por las calles de Brasil. Vai Vai es a escola do povo. Un taxista y su esposa, estilista, han venido a ver a su hija, que es parte de un bloque que hace alguna suerte con unos bastones. El viejo dueño del restaurante de la esquina viste una camisa rosa y azul y es el emblemático MC que coordina todas las secciones de la escuela. Los vendedores ambulantes no viven ahí, pero han vendido ahí mismo desde hace más de veinte años. Hoy el invitado de honor es Cafú.

A la cabeza, esa morena. Siento el aroma dulce de su piel bronceada, que se mimetiza con aquel pequeño vestido negro que busca contener su voluptuosidad. Pero el vestido será derrotado: el día de Carnaval se leerá su epitafio. Sus piernas largas incendian el pavimento sin piedad, más rápido de lo que nuestros ojos pueden percibir. Quedan sus finos tacones iluminados por unos brillantes incrustados. El tacón entraña la esencia femenina del samba, su sensualidad, su delicadeza, su fuerza. Hoy la morena es simplemente perfecta. Pronto será reina. Es indomable, su mirada destruye ojos, bocas y manos, la cercanía es peligro. La siguen cuatro cenicientas girando con la bandera de la escuela, y de cerca las passistas: veinte mulatas que emanan el calor la fiesta en cada centímetro de sus cuerpos. Y todas ellas nos someten, someten cada uno de nuestros sentidos. El Carnaval es una marea de belleza que se desborda sin control, y nos arrastra hacia la catarsis permanente.

El escenario esta al centro, sobre él la banda. Las notas de la guitarra y el cavaquinho se columpian entre los beats tropicales de los tambores. Y encima de ellos, cuatro grandaoes cantan el samba-enredo. El samba-enredo es la canción con la que compiten en el Carnaval, pero no es una canción cualquiera. Éste se repite una y otra vez durante horas. No tiene comienzo, ni tiene fin, es un ciclo. Se mete hasta el fondo de nuestra mente. El samba-enredo es un mantra que nos induce al trance. La banda toca, sin embargo, al mismo tiempo nadie los ve. Es irrelevante estar sobre un escenario, el espectáculo esta aquí abajo. Las melodías y las voces se desdoblan en un ciclo interminable y quedan allá, más al fondo, mientras todo lo demás acontece.

La batería esta plantada justo debajo del escenario. Surdos, caixas, tambourims, repiquinhos, pandeiros, cuicas, chocalhos, agogos; todos acomodados en filas. Su organización es casi militar: existe un orden dentro de este supuesto caos. La batucada es una legión. Y es una legión negra. Las percusiones comienzan a hablar, poco después a gritar. Su voz nos ordena caer en un sangoloteo sin fin. No se hacen esperar las explosiones y el humo de los petardos tiñe el cielo de rojo carmesí. Los directores de batería intentan domar a una bestia de diez mil decibeles e indican todos los cambios y movimientos. Su silbato es una orden constante y no para de sonar. Y como equilibristas danzan vertiginosamente sobre cada compás. La bestia vive, la batería es su corazón.

La musica y yo hemos sellado un pacto de sangre, no nos podemos separar. Adelante de nosotros esta la comisao de frente. Cada tambor, cada pandero sale ahora de nuestros poros. La comisao baila y nos hace bailar. Ellos no están simplemente organizando a los que estamos ahí, la comisao es la armonía. Son los artífices detrás de los rostros de éxtasis y la explosión de la masa. Estamos adentro, somos Carnaval. Bailamos al ritmo de la comisao y cantamos el samba-enredo hacia el infinito. Y es imposible parar porque realmente uno no quiere, nadie quiere parar. El samba es droga y yo soy un adicto.

Eu viajei e vislumbrei esa historia ...
Eu viajei e vislumbrei esa historia ...
Eu viajei e vislumbrei esa historia ...

un Brasil con filosofía asiática ...

Ella dijo que iria al litoral de Sao Paulo con sus amigos a pasar el anho nuevo. Por mi lado yo iria a Rio de Janeiro, con mis amigos ...

Las terminologias brasilenhas me han parecido raras desde el principio. Estar ficando con alguien es la mas maravillosa de ellas. Cuando se esta ficando con alguien, la pareja o los ficantes deciden comenzar a llevar una relacion mas alla de lo sexual. Se frecuentan, se dan muestras de carinho y se abre una ventana emocional. Se entiende que ambos estan buscando evolucionar dentro de esta relacion. Aqui ninguno de los dos esta buscando un acoston: el acoston ya es un hecho obvio.

Sin embargo esto no implica un compromiso total. Siempre existe un pequenho vacio. No se ofrece una exclusividad abiertamente, pero si puede exigirse a cambio. Es como de a mentis o algo asi. Es el titulo namorados lo que representa este compromiso total. Siendo mas pragmaticos, un ficante no deberia ver a alguien mas, un namorado no puede ver a alguien mas.

El mal pedo es que esto resulta en un rollo de hueva meramente moral, pues lo que el ficante deberia de hacer es algo sumamente relativo. Y en estas sociedades catolicas al fin y al cabo, eso inevitablemente nos remite al: "que no se entere". Al final del dia, ser ficantes es practicamente una jutificacion para cagarla.

Asi, ella me dijo que partiria a Guaruja y yo a Rio ...


Me platico que no deberiamos ver a nadie mas. Bueno, a decir verdad hasta llego a sonar a amenaza. Tal vez dentro de la nebulosa esta de estar ficando, habia finalmente un poco de claridad.

Pero ella no fue a Guaruja ese dia. Ella lo recogio en el aeropuerto. El trajo unos presentes y ella lo llevo a conocer la ciudad. De nuevo estaban juntos. Ella se puso su vestido mas bonito y el la llevo a cenar. Aquel viaje a Guaruja lo hicieron juntos.

Y yo fui a Rio ...

Creo en el compromiso. Creo en el en el sentido de respetar los tratos. No vi a nadie mas.

Ella regreso de la playa, con el. Yo volvi tambien, pensando en ella. La tenia que buscar. Ella no tenia telefono pero ahora esas cosas ya no son necesarias.


La irrupcion de la teconologia en la vida privada es un hecho aterrador. Eso de tener acceso a las redes sociales nos expone. Siempre hay cosas que no deberiamos ver ahi, pero que terminamos viendo. Siempre hay cosas que no queremos que esten ahi y alguien siempre termina subiendo. Y nunca sabremos si hubiera sido mejor no tener la puta computadora en ese momento. Toda una experiencia tipo Cheaters. Ahora ya no me preocupo por lo que vi ... sino por lo que no vi (sic.). Pero paradojicamente estar en esta posicion, es tener el sarten por el mango. Y aun puedo encontrar un cierto picaro placer en ello. Es jodido que te pongan los cuernos, pero es aun peor que te descubran poniendolos.

No hay que buscar justificarse con la mentalidad brasilenha. Ni es tan madura ni es tan cruel. El hecho no deja de ser autenticamente chacal. Pero es a fin de cuentas una vuelta mas. Ya sabia el Karma que me lo tenia bien merecido ...

miércoles, 6 de enero de 2010

Morador da rua

Puedo ver sus huesos queriendo romper su piel. Marcan cada articulación de su frágil figura. Su fortuna es vestir lo que alguien más afortunado que él no quiso más. Su camiseta vieja y percudida despliega una constelación de estrellas sin luz. Oscuridad en cada agujero. Y al mismo tiempo todo él cubierto de suelo. Cubierto de esa gloria maldita que el agua no lava. Su cabello y sus uñas han crecido de más. Es lo único que aún crece en él. Su caminar es lento y sus movimientos son torpes, pareciera estar alcanzando algo que nunca alcanza. Él es Sísifo. Pero de ninguna manera esta perdido: él ya llegó. Y platica, platica consigo mismo. Y se vuelve Dios.

domingo, 3 de enero de 2010

Rio 2010

Dormi mal. Diez horas de suenho no eran suficiente para recuperarme de la juerga del dia anterior -que no habia durado menos de unas veinte horas,- Rio de Janeiro aun cubierto por esas nubes de mierda que me persiguen desde que llegue a este pais. Aqui tambien tienen problemas serios de desasolve de canherias. Ultimo dia del anho y la unica alternativa que hay para cruzar la calle es meter el pie al agua negra esa. Gracias a Dios la idea esta de estar en la playa nunca pierde su encanto y matiza el panorama. Seguramente la caca en el mar es mas cool.

Salimos a buscar algo de comer. Comi una ensalada y me senti pateticamente aliviado por comer sano. Todo para justificar todo el alcohol y antefaminas del dia anterior (definitivamente me da pena ser susceptible a tales chantajes del marketing, disculpen). La lluvia seguia, pero quedarse en el albergue era peor. Reunir gente siempre resulta una actividad per se, y a falta de alternativas es siempre una eleccion menos mala. Esto no es mas que el simple traslado de unas personas con otras que tampoco saben que hacer. De nuevo olvidamos que la lluvia siempre es sinonimo de trafico, y de nuevo nos dimos cuenta que la hueva siempre nos saldra mas cara. El taxi obviamente fue mucho mas caro que el metro, aun cuando apostamos que nunca sucederia.

Verga. En serio que no estoy en condiciones para salir. Y menos a un anho nuevo. Pero no salir seria como eso de "la puntita nada mas" ... y todo mundo sabe que "la puntita nada mas" es algo que no se hace y punto. Algunos no habian ido a comer y fui por mi segundo plato (creo que el dia anterior no comi). De ahi, a andar por las playas de Copacabana e Ipanema. Algo nublado, y aun un poco humedo, por otro lado yo resistiendo la cruda. Ese dia no estaban ahi las tangas de hilo dental que me trajeron aqui, ese dia habia una composicion un cuanto chillante de vendedores, familias, turistas y folkor local. Yo seguia sin reaccionar.

Guiado por el tradicional adoquin de las playas cariocas, veia como comenzaba a formarse la mancha blanca. Es de buena suerte recibir el anho nuevo vestido de blanco. No se si la costumbre responde a alguna tradicion africana onda santeria o mas bien a la moda. De cualquier manera ahi estaba yo de blanco tambien (algo que fue completamente accidental).

A la hora de reunion las playas de Rio de Janeiro ya eran un enjambre de cientos de miles de personas. Desde los ricos sentados en la terraza del Copacabana Palace -aquel hotel de donde descendieron los Stones-, hasta la legion de favelados ocupandose del suministro de cerveza de la fiesta. Cinco escenarios sobre los postos con musicos de MPB, Samba y Axe que me hubiera gustado conocer mejor. Y al fondo, el mar con tres grandes cruceros flotando simetricamente.

Como toda fiesta de estas dimensiones, su organizacion termina siendo un desmadre. Todo guey tomando chela pareciera venderla, hasta que se descubre que mas bien trajo su hielera personal. Llegar a un punto de venta es cuestion de unos diez minutos. Esperar cambio, ingenuo. El banho igual o peor, aunque con la ventaja que el mar se ha transformado en un retrete colosal.

La Samba toca, la cerveza corre, asi como la Champagne. La mitad de la fiesta parece estar drogada. Tienen pupilas muy grandes. Yo tambien. Todo esto al tiempo que la gente baila. Baila y no para, es lo unico que se hace esta noche.

Algunos nos queremos separar del grupo, pero para hacerlo tendremos que encontrar alguna especie de base. Cualquier lugar en la arena es suficiente para que perdamos al primer companhero: iba a cagar al mar y nunca volvio (al momento de escribir esto aun no lo he visto). Otros mas simplemente desaparecen, asi como otros aparecen. Encontramos a los Sudafricanos. Ellos tambien estan borrachos. La musica para. Los cruceros encienden sus luces ... cinco, cuatro, tres, dos, uno ... y todo explota.

La gente comienza a correr hacia el agua. Aqui no se comen uvas, aqui se brincan las primeras siete olas. Brincar las siete olas es tambien un muy buen pretexto para ir a mear. A partir de eso todo se torna difuso, los movimientos de la gente no tienen mucho sentido, el tiempo parece dejar de importar y la toma de decisiones se vuelve mas torpe aun. Ahi es cuando uno hace cosas semejantes como comprar 24 latas de cerveza calientes. Casi todos perdemos algo ... a mi me toco perder una tarjeta telefonica ajena, ademas de la objetividad. Terminamos esperando aquel amanecer que nunca sucedio, sobre una roca en Ipanema. La chica de la cancion es ahora mas bien a-la-psychodelic-trance.

Estoy en el Metro. Subo al albergue y tomo mis cosas.

Son las 10 am ...

Hay que regresar a Sao Paulo ...