lunes, 8 de marzo de 2010

La fealdad es un diamante

Mis amigos ingenieros tienen unas novias inexplicablemente feas. Se que estudiar ingeniería puede deformar profundamente la apreciación de la belleza femenina: tirarle a lo que se mueve y a lo que no también. Pero lo que más llama la atención es que aquí se necesita hacer un esfuerzo sobrehumano para encontrar alguna mujer que no pase la escaneada básica. En Sao Paulo encontrar mujeres feas es más difícil que encontrar un clítoris después de una botella de whisky. La novia de Amaral es de aquellas mujeres con cuerpo de pera y unas piernas tan gruesas como las de Emmitt Smith; la novia de Armando es una edición pasta dura de La Guayaba con unas verrugas onda dripping a la Pollock; la novia de Luis es la más normal, aunque me cuesta trabajo no silbar "el cóndor pasa" cada vez que veo su nariz. Lo surrealista es que estas personas se han dado a la tarea de conseguirme una dama de porte, de sociedad, que alegre mis días y caliente mis noches. Ellos creen que esta Dulcinea es la hermana de Giselle, la novia de Armando, sí, la de las verrugas artísticas. Si Mendel tiene razón, parece bastante prudente tomar un avión y esconderme en Bangladesh.

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