domingo, 21 de marzo de 2010

Vila Condesa Madalena

En el oeste de Sao Paulo, entre los barrios de Pinheiros y Perdizes, está la animada Vila Madalena. Se encuentra minada de curvas, bajadas, y sobre todo de subidas en ángulos desalentadores para el que anda a pie. Sus calles están construidas sobre antiguas colinas que algún día fueron misiones jesuitas. Durante mucho tiempo creció como un suburbio pobre de indígenas -cuando éstos aún existían-, hasta principios del siglo XX, cuando se introdujo un tranvía para comunicarla con el centro de la ciudad. Pequeñas casas de familias de trabajadores de origen portugués comenzaron a aparecer, mucho antes de que surgieran los imponentes rascacielos que la rodean.

A raíz de sus bajas rentas y la cercanía con la Universidad de Sao Paulo se volvió un reducto estudiantil hippioso en los años setenta. Fe de esto está en que decidieran romper con la tradición y bautizar sus calles con los nombres más pachecos que se les pudieran ocurrir: Simpatía, Harmonia, Wizard ... existe la esquina Girassol con Purpurina. Por supuesto que todo sujeto que hace algo semejante dícese poeta, y la Vila se volvió el barrio de moda entre artistas. De ahí que aparecieran galerías, teatros, librerías, cafeterías y bares de mediano porte. Muchos de sus engañosos callejones están vestidos de elaborados graffitis que gritan el caos de la ciudad; y de boutiques y tiendas de diseño que se asoman a cada esquina.

Diversos lugares se han vuelto emblemáticos no sólo para el barrio, sino para la ciudad entera. En la calle de Aspicuelta se encuentra el bar Sao Cristovao, tapizado de un universo de fotos y colguijes en alusión al futbol. En Horacio está el O do Borogodó (no se moleste en leerlo de nuevo) que reúne viciados del samba y la MPB, sin olvidar el pelotón de mujeres despampanantes que eso quiere decir. La calle Girassol alberga la escuela de samba de la Vila, la Pérola Negra, donde se puede ir en temporada de ensayos y tomar una buena mezcla de anarquía con endorfinas por diez reales.

La bohemia Vila Madalena tristemente, como sucede muchas veces, desplazó a sus creadores para albergar a sus consumidores. Las patricinhas acomodadas sedientas de shopping y los chavos de onda enzapatados y encamisados mudaron su vida y sus gustos a los aires chic de la Vila, convirtiéndola en un gran negocio que ya muchas veces queda fuera de los alcances de los universitarios. Aunque de ninguna manera ha muerto, eso no sucederá, sólo se encuentra en una metaforfosis más, y tengo certeza que no se despertará mañana con seis patas.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario