jueves, 25 de febrero de 2010

gurus piteros

Las congregaciones, sectas y demás variaciones desechables del cristianismo pululan por aquí. En la calle, en el taxi, en el periódico, en el teléfono, en el desayuno, en la cena, los fines de semana, los feriados, las madrugadas, cuando estoy crudo, cuando me estoy sacando un moco: en Brasil son tal como el reino de Dios, omnipresentes. Me cai de madres. A pesar del placer morboso (sí y qué) que siento cada vez que paso por uno de sus "templos", el fanatismo de sus seguidores es digno de un mujahedín y prefiero no curiosear mucho, más que nada por eso de que me vayan a partir la madre. De cualquier manera sigo de cerca sus excitantes actividades a través de la televisión y los cientos de volantes, periódicos y propaganda que con resignación recibo en la calle.

Aquí las sectas no compraron los retazos de tiempo aire de un canal hechizo de cable. Aquí se compraron su propio canal, y tienen su programación esquizoide repitiéndose "por los siglos de los siglos". Existen no uno, sino dos canales, pero ninguno le pertenece a la Igreja Universal do Reino de Deus, aka "Pare de Sufrir" (hecho que aún no me explico). Uno es manejado por una coalición de congregaciones que empresarialmente se encuentran en estado embrionario, mientras el otro es el engendro demoniaco de la Igreja Mundial do Poder de Deus, fundada por Valdemiro Santiago en 1998. Institucionalmente no es nada más que la consumación de las enseñanzas del Partido Nazi, el Partido Socialista, y demás abominaciones propagandísticas de la historia. Originariamente paulistana, esta secta se ha extendido con un ímpetu avasallador a lo ancho del territorio de Brasil, que hace parecer las conquistas de Julio César como viles matatenas.

El canal es una combinación de grabaciones, de "concentraciones de fe" y un carrusel de pastores que conducen el "programa" -si es que se le puede llamar así- en vivo. Aún cuando lo barato de la producción es obvio, tendríamos que ser bastante estúpidos para creer que después de comprar un canal de televisión se quedaron cortos de presupuesto. El target esta perfectamente definido y trabajado. La música de fondo va de somníferas piezas de piano (que harían a Chopin y a Satie revolcarse sobre sus tumbas), a jingles de tintes heroicos como de película de Shwarzenegger. Curiosamente, la escenografía siempre es la misma, lo cual da cuenta que el branding en estas cosas no es ningún azote pacheco. Un campo verde y apacible con un río de aguas cristalinas a punto de ser cruzado por un pequeño rebaño de ovejas. Nunca me ha quedado claro porqué el Reino de Dios (o lo que nos pintan de él) tiene que ser tan de hueva: mientras en el infierno hay solos de guitarra interminables y viejas buenotas encueradas, en el Reino del Señor sólo aspiramos a echarnos un coyotito (porque seguro que no hay mota). El singular paisaje esta enmarcado por la también omnipresente cintilla con toda la información referente a cuentas bancarias, direcciones, hotlines -por si la ayuda no puede esperar- y eventos de la secta.

La gran figura de la Igreja Mundial do Poder de Deus es Valdemiro Santiago, su fundador. En primer lugar, el señor ostenta el título de "apóstol" de Dios, lo que de entrada lo pone más tupido que el Papa. El apóstol Valdemiro, faltaba más, hace milagros: devuelve la vista a los ciegos, cura paralíticos, enfermos de SIDA, y seguramente también multiplica los peces. Como cualquier loco de estos, habla con una pasión desbordada y es un profesional en el control de masas. Su poder divino -diría él que la mismísima mano de Dios- no es nada menos que un tierno abrazo Teletubbie que le da a la gente. Esto provoca un inminente corto circuito que los pone a berrear desesperadamente, y convierte todo en un circo típico de la televisión. Después del clímax, cierra éstas "concentraciones de fe" con emotivas y conmovedoras canciones de las que la propia Celine Dion sentiría envidia, invitándonos a que nos llevemos aquellas melodías a casa y compremos su CD (y eso SI que esta cabrón: esas rolas no se encuentran en Xtorrent).

Tu vida indudablemente cambiará en todo sentido si aceptas a Jesús: conseguirás trabajo, recuperarás a tu esposa, dejarás las drogas, ganarás la lotería, te "curarás" de ser puto, te dejarán de oler las patas, ya no te picarán los mosquitos. Y cito al apóstol: "tu vas a ir a ese banco y vas a hacer eso, vas a decirle al cajero DIOS PUEDE CONTAR CONMIGO". Esto es, Dios nos quiere un chingo, pero nos tenemos que mochar con un varo. Yo no sé porqué si El Señor es omnipotente siempre anda tan corto de dinero. Aparentemente Dios, amén de haber creado el universo, tiene serios problemas de administración doméstica o es comprador compulsivo.





martes, 23 de febrero de 2010

Bar de Leo

El sábado me fui al Bar de Leo con Jorge. El Bar de Leo fue fundado en 1940 y esta en la calle Aurora en el centro, justo en frente de la Crackolandia. Originalmente fue propiedad de inmigrantes alemanes, y es ya una tradición para los "conocedores" de chopp (cerveza de barril). El bar no tiene ni sillas ni música, y una no tan acertada estética disque bávara. Pero el Bar de Leo rara vez esta vacío y se nutre de todo: paulistanos cultos, viejos nostálgicos, las burghesinhas de las canciones de Seu Jorge, indigentes y ambulantes, familias en paseo sabatino, y turistas perdidos. Tal vez lo más especial del Bar de Leo es su localización. La Crackolandia fue el reducto de cientos de adictos al crack y cosas peores durante varias décadas, y es un referente tradicional en el imaginario del paulistano. Hoy en día los viejos pasillos y departamentos insalubres que fueron madeja de tanto hoyo junkie han sido demolidos, para dar paso a algunos edificios del gobierno que seguro tratarán de comunicar algún mensaje "de buena onda". Lo único que quedó del antaño fue basura, un buen número de los desalojados que se quedaron a propósito de la basura, y la mala fama. Y cualquiera que tenga un bar con historia en un lugar de mala fama de antaño tiene una mina de oro.

Es el tipo de lugar que vive a través de los personajes únicos que pasan por ahí. Matias es un viejo que toca el trombón. Pero a diferencia de muchos músicos ambulantes, el no lo hace por necesidad, lo hace por puro placer. Nació en Minas Gerais y a los pocos años comenzó a picar piedra literalmente. La vida lo trajo en la infancia a las canteras de Sao Paulo, y sus manos cuentan su historia: grandes, duras, fuertes, áridas, ásperas. Las manos del viejo hechizan el ritmo del pistón para llevarnos a Pernambuco; de pronto, Beatriz se acerca a vendernos un paquete de chicles. Aunque realmente esta ahí porque subirse a la bicicleta nueva de Jorge. Es una morenita de diez años y ayuda económicamente a su familia los sábados. En realidad, se pone a platicar con los clientes del bar para esconderse de su tía. Le va al Corinthians, le gusta el Carnaval, y es más viva y audaz que muchos de nosotros. Su sonrisa la delata. También va a la escuela (nos dijo) pero cree que no es muy buena ... sólo en matemáticas. Joao es un mesero de casi cincuenta años que se acaba de casar con una mulata de ventipocos, y es obviamente un hombre feliz. Es el mesero de toda la vida de Jorge y nos suele rellenar, cambiar y regalar vasos de cerveza.

La primera vez que fui recuerdo que salimos ya bastante borrachos cerca de las cinco de la tarde, cuando el bar cierra, pero esta vez no logré la hazaña. El bufet de churrasco que comí poco antes, el culpable. Yo bien sabía que después del atascón de niño de hospicio que me puse, las chelas no bajan tan rápido (y menos las de barril). No conseguí estar más de dos horas en el bar y salí mas empachado y asqueado hasta el punto en que casi vomité ... con sólo cuatro vasos de cerveza. Como dicen aquí "pasé mal". Para hacer las cosas peor, nuestra siguiente parada era un pequeño Carnaval en el estadio del Corinthians, que recaudaba fondos para un pueblito histórico cercano, Sao Luis de Paraitinga, que quedó destruido en una de las tormentas apocalípticas que caen en este país (y creo que últimamente en todos). Y aún con el bar chévere, los tragos de gorrón y una fiestecita potencialmente chaira y broza, me regresé en metro a la casa a descansar el pasón. Me sentí como cuando me perdí el eclipse de sol del DF a finales de los ochentas, porque me puse a guacarear en Chapultepec y le hice un pancho a mi papá para que nos regresáramos a la casa.

jueves, 18 de febrero de 2010

domingo de Carnaval

Luciana me excitaba muchísimo. No paraba de pensar en transar, comer y trepar. Pero nunca encontré un lugar: que si mucha gente, y que si no, que muy sucio. "Es que no vamos a coger ahí arriba de los orines esos", dijo. "¿Ah no?" Y con la cola entre las patas (la mía), me regresé a la casa de Ipanema, con los portugueses. Muchos no habían llegado y tenía cama libre. Por supuesto que mande al carajo eso y fui a buscar una que estuviera ocupada; y así conocí a Flavia, en la cama de al lado, que traía puestos unos shorts microscópicos y una blusita de esas que dicen cosas como good girl o sweetie. A fin de cuentas me desperté al otro día con una portuguesa guapa; más por casualidad y oportunismo chilango que por alguna historia de seducción que valga la pena contar.

Flavia no era muy interesante ni muy buena en la cama (esto es, ni la mamaba) así que decidí levantarme temprano e ir a buscar compañía para ir a algún bloco. Sin saber muy bien en dónde estaba y sin la más remota idea de a dónde iba, comencé a llamar. Sí, comprar crédito primero, luego un jugo ("la calor" ya estaba pesada) y un monchis. La Mari, novia del Felipe, estaba de visita y tenía los datos del bloco del día: "Bangalafumenga" (o algo así) en Jardim Botánico a las once.

Antifaz azul con bordes de encaje dorados, coronas de flores azules y blancas, cinturón con estoperoles plateados, ropas ligeras; así de huevos me subí al metro. Entrar al metro de Rio de Janeiro en Carnaval es como meterse a un Yellow Submarine. En serio que los Atayde o hasta los esquisitos esos del Cirque du Soleil deberían venir y sacar unas ideas de aquí. Y ese espíritu de pitorreo-cotorreo se mantiene durante todo el trayecto. La segunda parte es en autobús; se acaba el aire acondicionado y cae el sol a cuarenta grados (y yo pa' variar, sin protector solar). Después de unos diez minutos todos nos bajamos, amontonados, chamuscados, embarrados, sudados. Busqué sombra y una chela en lo que la Mari llegaba. Ahí me di cuenta de las dimensiones del problema: este bloco era fácilmente de más de dos mil personas. Tres, cuatro, cinco, no sé; flashback a niño perdido en Reino Aventura. Afortunadamente logré encontrar a la Mari, y hasta a la Ju y a Adri (aunque las perdí igual número de veces dentro del bloco). Mari venía con unos mineiros bien chéveres y de fiesta hardcorera: Rafael, Bárabara y varios más de cuyos nombres ya no me puedo acordar.

El sonido aquel día era una lata de cerveza gigante que se veía bien a lo lejos, al frente de toda la muchedumbre. Nadie sabe bien cuando comenzó a avanzar, muchos nos dimos cuenta cuando el chupe se movió. Las hieleras comenzaron a ser arrastradas cual bloques de la pirámide de Keops. La gente detrás, tratando de no perder a los amigos de vista, de protegerse del cruel achicharre y de conservar la chela bien fría, ya sea en la lata o en la panza. Y el jolgorio. Moro, num país tropical ... Tomo guaraná, suco de cajú, goiabada para sobremesa ... Se voce fosse sincera o o o Aurora ... Jesuscristo, Jesuscristo, Jesuscristo eu estou aqui ... y así, hit tras hit. En algún momento el bloco terminó (no sé porqué), mas nosotros nos quedamos ahí regateando por las cervezas que quedaban.

En un instante de híper-claridad, es decir, cuando nos dimos cuenta que de las miles de personas que habían sólo quedábamos nosotros y dos o tres más, alguien recordó que había un bloco en Leblón a esa hora, cualquiera que fuera. Entre copas llegamos y seguimos en la eucarestía carnavalesca. Perdimos a los mineiros en algún momento catártico de esos donde uno se mete a bailar adentro de la batucada como si supiera. O peor aún: cuando uno ya hasta esta pidiendo prestado algún tambor o cencerro a alguien de la batucada para tocarlo ... como si supiera (sí, que oso). Nos enviaron un mensaje que decía que nos veíamos en el bar Belmonte. Claro, yo que ya he estado en Río cinco veces bien conocía el Belmonte, en Flamengo. Compartimos un taxi con una chica de Fortaleza muy guapa (¿se fueron las feas?) que creo que me intenté ligar sin mucho éxito, y llegamos al susodicho bar. Nadie, esperamos. Resulta que el Bouteco Belmonte es tan único como la nevería La Michoacana. Nuestros amigos estaban en el Belmonte de Leblón, lo más lógico y nosotros ya estabamos bien quiensabedondechingados. De eso nos dimos cuenta despúes de unas diez cervezas y unas aceitunas que pidió la Mari que nos costaron más que las cervezas.

Recuerdo que ya era de noche y llegamos a algún sitio cerca de la casa de la amiga de la amiga de la Mari (imagínense, eso me ponía como el amigo del novio de la amiga de la amiga de la amiga). Lo demás es historia: perdí. Me quedé totalmente dormido en una silla. Aunque creo que esta vez no perdí por lo pedo, pues al día siguiente no amanecí ni pedo, ni crudo ni credo, sino por el coctel fatal alcohol-baile-sol. El Carnaval acabó conmigo ... creo que perdí peso y definitivamente me veo más viejo.



martes, 16 de febrero de 2010

sábado de Carnaval

Por más temprano que fuera, tardamos cerca de dos horas en entrar a Río bajo un sol de la mierda, parados en el tráfico y sin aire acondicionado. Yo que iba de copiloto terminé con el tradicional brazo derecho mal bronceado. Más o menos a las once llegamos a casa de la amiga de Juliana, Concita (nunca logré dejar de pensar en el chiste capulinesco a propósito de su nombre). Ella ya venía de un bloco en Santa Teresa, la favela chic en el cerro de al lado, y en poco tiempo empezaba otro en su barrio.

Después de un par de chelas fuimos a reunirnos a unas tres cuadras con una banda. Desde que abren la puerta ya esta la música, el baile, los cantos, y la vibra pásale-qué-te-sirvo? El barrio se llama Gloria y es sábado, pero no hay cubetazos de agua, hay una alberca de hielo con cervezas nadando y unas diez botas llenas de vodka con jugo de naranja que han traído unos españoles por ahí. El grupo de cariocas ha formado su bloco dentro del bloco, se llaman los Yogolescos y todos visten de blanco y un sombrero que es como un cono de McDonald's con unas frutitas de refri pegadas. Pero eso sí, en Brasil los disfraces de Carnaval no podían dejar de ser ultra-fashion y cada persona trae detallitos por doquier. Que si los lentes para alien o unas alitas doradas pasando por el rimel con diamantina.

Llegaron todos y fuimos a una plaza muy cerca donde ya estaban reunidas unas quinientas personas disfrazadas de cualquier cosa que se les haya ocurrido. Piratas, princesas, payasos, presidentes, policías. Gente bonita y gente fea, niños y abuelos, brasileños y extranjeros, mujeres (vestidas de hombres) y hombres (vestidos de mujeres). Hay un grupo de unos diez cavernícolas que se dedican a golpear los baños portátiles con sus garrotes cuando la gente se tarda mucho. Otros se han hecho unas camisas parecidas a los oficiales de tránsito, y con su cinta de barras negras y amarillas acordonan grupitos de viejas buenas, se meten a bailar con ellas y se las ligan. Y la gente brinca, bebe, sonríe, canta, hace chistes, juega con su personaje, es circo. El Carnaval de calle, de rua, se trata de seguir bailando a un camioncito con un sound-system gigante montado sobre seis pobres ruedas. Arriba pueden venir dese un trío eléctrico, un banda tocando marchinhas o una pequeña batucada. Aquí no hay escuelas de samba, ni carros alegóricos, ni mujeres en pelotas desfilando. Ese es el Hollywood del Carnaval de Río en el Sambódromo, que este año tuvo a Madonna (y a Jesús!), Paris Hilton y la mitad de la selección brasileña de futbol.

Los blocos tienen una duración indefinida, generalmente sujeta al número de borrachos presentes, y así sin más ni más derrepente se acaban. Nos movimos a Botafogo, a uno más pequeño. Más disfraces, ruidero, tragos, carcajadas, pero en este me empecé a dar cuenta (sí que tarde) del sinfín de mujeres sensuales. Sospecho que el factor bebida es crucial aquí. Así que se fueron las feas y llegamos los guapos, y válgame que era yo el único guapo, de hecho, era de los poquísimos hombres. Algo estaba mal, porque lo que es tan bueno siempre tiene un gran pero. Y eso va en contra del "espíritu-teoría" del Carnaval, porque aquí nada puede estar mal. En efecto, resultó que todas ellas no estaban solas: me metí a un bloco de lesbianas. Y olvidemos las fantasías de adolescente onda Maxim, porque aunque se caen de buenas éstas no aflojan y se acabó. El machísmo y patanería de los hombres de este país ha causado que estos bombones sientan un rechazo y asco grueso hacia el género. En serio que el gay pride aquí si está cabrón y los bugas como si estuvieramos pintados en la pared. Entonces fuera de unos besos el jajaja y el jojojo, pues nada, reven equivocado.

Eso del sexo en el Carnaval es medio mito. Va más allá de la destreza o torpeza en el ligue: simplemente no hay donde. En cada pequeño departamento en la Cidade Maravilhosa se quedan alrededor de viente personas, familiares, amigos y hartos amigos-del-amigo y conexiones afines (presente). Bueno, hasta en el baño hay gente dormida. Cualquier hotel se encuentra totalmente lleno, y hasta los moteles están a tope, aún cuando están cobrando precios de hoteles (sí busqué). Los sanitarios públicos o de los bares literalmente rebozando de mierda. La calle y la playa mutan en basureros gigantes bañados por ríos de una potente mezcla de cerveza y meados. Esta es la noche de sexo en el Carnaval. Pero así como es medio mito, es también medio suerte ... y yo nací con buena estrella.




jueves, 11 de febrero de 2010

Curiosidades del día

El karma me devolvió la cámara que le robaron a Rechy y me salí a la calle a caminar y tomar fotos como loco.



Me encantaron:

"La mujer fue hecha de costilla. Imagínense si fuera de filete"

"La mujer fea y el muerciélago sólo salen de noche"


Y definitivamente la campeona:

"Las mujeres perdidas son las más buscadas"



Más adelante me encontré a este sujeto. Les presento una bolsa de trabajo viviente. Que Manpower ni que mis tompiates. Lo más gracioso es que le pregunté al señor si había conseguido su trabajo a través de un anuncio de éstos y me dijo que sí, que al chile si funcionan.



miércoles, 10 de febrero de 2010

el trauma Campos

Es el colmo de la nostalgia: estoy viendo el Sao Paulo-Monterrey en la tele. Lo peor es que con todo mi pesar estoy torciendo para el Monterrey, porque el Sao Paulo es básicamente su análogo y por ende me caga todavía más. Y neta no me puedo quitar de la mente que ya, ora si ya, estamos haaaaaartooooos de ... que los equipos mexicanos salgan con esas mamarrachadas de uniformes cual letrero ambulante. En serio que no puede ser. No mames, que pinche cultura "botarguera" del futbol tenemos. Y eso que no trajeron a los Jaguares de Chiapas o algún otro heredero de la moda Brodi. Seguro me van a mentar la madre, pero fuera de los Pumas, las Chivas y el América nunca ha existido el más mínimo autorespeto por la estética en los uniformes de futbol mexicanos. ¿Que pedo diseñadores, donde están?

Sombras y figuras

Desde que estoy aquí he convertido mis gafas oscuras en unos de mis accesorios favoritos. Ah si, porque el narcisismo a la de ahuevo de este país ya me llevó a comprar "accesorios" ... hazme el chingado favor. No los he perdido (siempre me pasa) porque no los compré: me los encontré, así que ahora están a prueba de olvidos y forevers como yo (cualquier suposición karmática acerca de esto no es mera coincidencia, es necedad mía). Pero no es porque se vean cool y me hagan parecer más interesante de lo que soy. Tampoco es que realmente tengan un uso práctico ante este sol de la rechingada. En el fondo, usar lentes oscuros me da una tranquilidad incomparable para ver culos y escotes fijamente durante un trayecto de autobús entero. Supondría que todo mundo los usa para esto. Mas yo los uso solamente para esto. Por desgracia aún tengo complejo de provinciano en eso de admirar la belleza femenina (total, soy de Chihuahua). O tal vez mi doble moral de la que obviamente reniego, no me permite aceptar lo vulgar y poco refinado que soy en estas cuestiones. Lo cual me confunde aún más: debería pavonearme de mi comportamiento infantil ante la genitalia femenina o sentir pena por él? Bueno, sea lo que sea ya tengo dos pares.

martes, 9 de febrero de 2010

Carna-mart

Fui al centro para reparar el cable (calidad Mac ...) de la laptop. Había que matar el tiempo y me fui a asomar a la calle 25 de Marzo. La 25 de marzo es una calle al estilo Correo Mayor o Pino Suárez, con una constelación de tiendas y puestos que venden la crema y nata de la porquería-y-media, de esas cosas que a mi o a cualquier viciado del centro histórico tanto nos gustan. Chatarrero de corazón, a mi siempre me han encantado las mamadas de tianguis por su cagadez efímera y las de temporada son ya un rollo collector's edition. La calle se desborda con cháchara y media del Carnaval y de la estampida del barrio broza que ha ido ahí para reventarse sus reales. Me siento como en Meave en época navideña, pero con un feeling onda el grito.

Es raro pero malgastar el dinero en cosas corrientes es de las pocas cosas que me invitan al despilfarro. Así que decidí comprar una cosa para el Carnaval. No hay que esforzarse mucho para llegar al Fantasías Miguel versión brasileira. Plumas, flores, pelucas, lentes, sombreros, estolas. Existe todo, desde un mazo de cavernícola fluorescente hasta un casco de centurión romano de hule espuma con lentejuelas doradas, pasando por las tetas y los culos postizos. El Carnaval es el orgasmo de lo ridículo y su grado de contagio es digno de un zombie. El día no dio tiempo para poder "carroñear" ofertas, pues cada pendejada que me encuentro es un tesoro de esos que aparecería en algún 1000 Extraordinary Objects de la Taschen. Además, aún falta toda la mierda que voy a ver en Rio. Y con este vértigo que siento ya no dudo en comprame una cosa o dos: ahora necesito un disfraz diferente para cada día del Carnaval.

jueves, 4 de febrero de 2010

Palazuelos es mi amigo

Lo tengo que confesar. Me rasuré el pecho. Si, ya se: que puto. O peor aún, que metrosexual. Pero nadie puede negar que se ve más chingón. El que tenga una mata respetable tiene un punto a su favor, pero en lo que a mi respecta, nunca me gustaron mis pelos en las tetas. De hecho, no solo me he rasurado el pecho, mi barba pasó de lo hobo a lo chic. Soy más cuidadoso con mi corte de cabello y me baño más. La cultura de lo sexy aquí esta cabrona y no entrarle es como ir a una peda bajo antibióticos. La modita de chairo aquí no encaja, terminas más pareciéndote al Chivo que a Manu Chao. El look playero menos, los shorts y las chanclas son para los jodidos de Rio o los nacos de Australia. El paulistano es sofisticado, refinado, cosmopolita. Yo creo que le irían al América.