martes, 9 de febrero de 2010

Carna-mart

Fui al centro para reparar el cable (calidad Mac ...) de la laptop. Había que matar el tiempo y me fui a asomar a la calle 25 de Marzo. La 25 de marzo es una calle al estilo Correo Mayor o Pino Suárez, con una constelación de tiendas y puestos que venden la crema y nata de la porquería-y-media, de esas cosas que a mi o a cualquier viciado del centro histórico tanto nos gustan. Chatarrero de corazón, a mi siempre me han encantado las mamadas de tianguis por su cagadez efímera y las de temporada son ya un rollo collector's edition. La calle se desborda con cháchara y media del Carnaval y de la estampida del barrio broza que ha ido ahí para reventarse sus reales. Me siento como en Meave en época navideña, pero con un feeling onda el grito.

Es raro pero malgastar el dinero en cosas corrientes es de las pocas cosas que me invitan al despilfarro. Así que decidí comprar una cosa para el Carnaval. No hay que esforzarse mucho para llegar al Fantasías Miguel versión brasileira. Plumas, flores, pelucas, lentes, sombreros, estolas. Existe todo, desde un mazo de cavernícola fluorescente hasta un casco de centurión romano de hule espuma con lentejuelas doradas, pasando por las tetas y los culos postizos. El Carnaval es el orgasmo de lo ridículo y su grado de contagio es digno de un zombie. El día no dio tiempo para poder "carroñear" ofertas, pues cada pendejada que me encuentro es un tesoro de esos que aparecería en algún 1000 Extraordinary Objects de la Taschen. Además, aún falta toda la mierda que voy a ver en Rio. Y con este vértigo que siento ya no dudo en comprame una cosa o dos: ahora necesito un disfraz diferente para cada día del Carnaval.

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