martes, 16 de febrero de 2010

sábado de Carnaval

Por más temprano que fuera, tardamos cerca de dos horas en entrar a Río bajo un sol de la mierda, parados en el tráfico y sin aire acondicionado. Yo que iba de copiloto terminé con el tradicional brazo derecho mal bronceado. Más o menos a las once llegamos a casa de la amiga de Juliana, Concita (nunca logré dejar de pensar en el chiste capulinesco a propósito de su nombre). Ella ya venía de un bloco en Santa Teresa, la favela chic en el cerro de al lado, y en poco tiempo empezaba otro en su barrio.

Después de un par de chelas fuimos a reunirnos a unas tres cuadras con una banda. Desde que abren la puerta ya esta la música, el baile, los cantos, y la vibra pásale-qué-te-sirvo? El barrio se llama Gloria y es sábado, pero no hay cubetazos de agua, hay una alberca de hielo con cervezas nadando y unas diez botas llenas de vodka con jugo de naranja que han traído unos españoles por ahí. El grupo de cariocas ha formado su bloco dentro del bloco, se llaman los Yogolescos y todos visten de blanco y un sombrero que es como un cono de McDonald's con unas frutitas de refri pegadas. Pero eso sí, en Brasil los disfraces de Carnaval no podían dejar de ser ultra-fashion y cada persona trae detallitos por doquier. Que si los lentes para alien o unas alitas doradas pasando por el rimel con diamantina.

Llegaron todos y fuimos a una plaza muy cerca donde ya estaban reunidas unas quinientas personas disfrazadas de cualquier cosa que se les haya ocurrido. Piratas, princesas, payasos, presidentes, policías. Gente bonita y gente fea, niños y abuelos, brasileños y extranjeros, mujeres (vestidas de hombres) y hombres (vestidos de mujeres). Hay un grupo de unos diez cavernícolas que se dedican a golpear los baños portátiles con sus garrotes cuando la gente se tarda mucho. Otros se han hecho unas camisas parecidas a los oficiales de tránsito, y con su cinta de barras negras y amarillas acordonan grupitos de viejas buenas, se meten a bailar con ellas y se las ligan. Y la gente brinca, bebe, sonríe, canta, hace chistes, juega con su personaje, es circo. El Carnaval de calle, de rua, se trata de seguir bailando a un camioncito con un sound-system gigante montado sobre seis pobres ruedas. Arriba pueden venir dese un trío eléctrico, un banda tocando marchinhas o una pequeña batucada. Aquí no hay escuelas de samba, ni carros alegóricos, ni mujeres en pelotas desfilando. Ese es el Hollywood del Carnaval de Río en el Sambódromo, que este año tuvo a Madonna (y a Jesús!), Paris Hilton y la mitad de la selección brasileña de futbol.

Los blocos tienen una duración indefinida, generalmente sujeta al número de borrachos presentes, y así sin más ni más derrepente se acaban. Nos movimos a Botafogo, a uno más pequeño. Más disfraces, ruidero, tragos, carcajadas, pero en este me empecé a dar cuenta (sí que tarde) del sinfín de mujeres sensuales. Sospecho que el factor bebida es crucial aquí. Así que se fueron las feas y llegamos los guapos, y válgame que era yo el único guapo, de hecho, era de los poquísimos hombres. Algo estaba mal, porque lo que es tan bueno siempre tiene un gran pero. Y eso va en contra del "espíritu-teoría" del Carnaval, porque aquí nada puede estar mal. En efecto, resultó que todas ellas no estaban solas: me metí a un bloco de lesbianas. Y olvidemos las fantasías de adolescente onda Maxim, porque aunque se caen de buenas éstas no aflojan y se acabó. El machísmo y patanería de los hombres de este país ha causado que estos bombones sientan un rechazo y asco grueso hacia el género. En serio que el gay pride aquí si está cabrón y los bugas como si estuvieramos pintados en la pared. Entonces fuera de unos besos el jajaja y el jojojo, pues nada, reven equivocado.

Eso del sexo en el Carnaval es medio mito. Va más allá de la destreza o torpeza en el ligue: simplemente no hay donde. En cada pequeño departamento en la Cidade Maravilhosa se quedan alrededor de viente personas, familiares, amigos y hartos amigos-del-amigo y conexiones afines (presente). Bueno, hasta en el baño hay gente dormida. Cualquier hotel se encuentra totalmente lleno, y hasta los moteles están a tope, aún cuando están cobrando precios de hoteles (sí busqué). Los sanitarios públicos o de los bares literalmente rebozando de mierda. La calle y la playa mutan en basureros gigantes bañados por ríos de una potente mezcla de cerveza y meados. Esta es la noche de sexo en el Carnaval. Pero así como es medio mito, es también medio suerte ... y yo nací con buena estrella.




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